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Universitas-XX1, Revista de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Politécnica Salesiana del Ecuador,
No. 40, marzo-agosto 2024
mencionado por Sayad. Los paréntesis para el plural son motivados porque,
de hecho, hay un solo Estado que actualmente dirige el rumbo de la vida de
los migrantes haitianos, y es República Dominicana. Antes de dedicar es-
pacio al actual gobierno de Luis Abinader, se procura poner el acento sobre
ciertas inuencias históricas en las relaciones dominico-haitianas, para en-
tender que el propuesto racismo sociopolítico no es ninguna novedad, sino
una exacerbación de un sentimiento estructural en República Dominicana.
La causa de lo expuesto es la postura compartida por los gobiernos do-
minicanos de turno, y por voces internacionales, que evalúan las últimas dé-
cadas de Haití como las de un Estado fallido en todas sus formas y nomen-
claturas posibles (Verlin, 2014). Estamos frente a una dimensión paradójica,
donde el racismo sociopolítico se fortalece de la dramaticidad en la tierra del
otro. El culto nacionalista e identitario dominicano encuentra terreno fértil
cuando, por un lado, la política interna promueve el nacionalismo excluyente
con respecto al inmigrante haitiano, y por otro, la política exterior domini-
cana mantiene un rígido antagonismo que quiere diferenciarse de la caótica
condición del Estado haitiano. Substancialmente, parece haber, en principio,
una limitación de agencia por parte de la sociedad, entendida como pueblo
dominicano, con respecto al citado pensamiento del Estado. Se darían las
condiciones para que la sociedad justique aquel “poder coercitivo” estatal
del “realismo” (Sleat, 2016, p. 7), porque el pueblo dominicano muestra un
favorecimiento a la política exterior dominicana siempre y cuando tenga ca-
rácter nacionalista. Entonces, además de un realismo internacional, se pro-
duce un realismo nacional, y social, donde la política exterior gubernamental
recae directamente en la sociedad, encontrando el consenso popular. Mirando
al pasado, la misma identidad dominicana se radicaliza allí cuando las rela-
ciones con Haití alcanzan, posiblemente, su peor punto.
Lee Turits (2021) identica la masacre de haitianos, cometida durante la
dictadura de Trujillo en 1937, en el punto de no retorno en cuanto a la divi-
sión identitario-nacionalista entre dominicanos y haitianos. El argumento de
Lee Turits es que, con Trujillo en 1937, “a n de endurecer de manera expe-
dita la frontera política entre República Dominicana y Haití, se hiciera nece-
sario el establecimiento de una separación social entre los dos grupos étni-
cos”, anulando así la “comunidad nacional multi-étnica” dominico-haitiana
(p. 92). A partir del 37, Trujillo empezó a construir una narrativa de carác-
ter existencial sobre las relaciones entre República Dominicana y Haití. El
pensamiento de Estado visualizado por Sayad encuentra una representación