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Renato de Almeida Arao-Galhardi. De “migrancy” a migrancia
La vivencia de la experiencia surge de la relación con la duración “de la
memoria cultural-performativa”, es decir, la memoria producida y produc-
to de la conuencia con los horizontes de actuación social (Trigo, 2012). Es
desde una relación dialéctica entre el individuo (como primer punto de osci-
lación de la subjetividad) y los horizontes sensibles de los territorios —tan-
to físicos como simbólicos (los demás puntos de oscilación de la subjetivi-
dad)— que posibilita la producción, circulación y el “recuerdo” la memoria
(Jelin, 2012). En otras palabras, las fuentes de la memoria, como también
son las fuentes de las experiencias vividas, son, están y emanen desde lo so-
cial (Trigo, 2012). Así, la expresión “hacer memoria” tiene sentido, porque
la memoria no existe por sí sola, sino que la memoria “se hace”. La memo-
ria es un producto y un proceso social.
Concomitantemente, la experiencia vivida está congurada por la relación
entre el espacio (como territorio) y el tiempo (como historia) que, consecuen-
temente, moldea la experiencia como un proceso histórico atribuido a la terri-
torialización del espacio como espacio “habitado” y político (Harvey, 2000).
Este contorno semiótico y cibernético, entre el individuo y sus interacciones,
son constitutivo en enmarcar las conceptualizaciones de las connotaciones y
signicados de los espacio-tiempos que este ocupa, transita y utiliza. El es-
pacio ocupado y habitado es, por lo tanto, la ‘fuente primaria’ de la dieta de
la memoria y construye las propiedades que nutre las narrativas de la expe-
riencia, como propiedades propias del “espacio biográco” (Arfuch, 2007).
Leonor Arfuch (2007) argumenta que el espacio biográco abarca “la
narración de historias y experiencias, la captación de vivencias y recuerdos”
(p. 84), por lo tanto, el espacio biográco son las narrativas que denotan un
sentido al individuo que, a su vez, estructura la agencia, las expectativas, las
ideaciones y, consecuentemente, la memoria y rememoración. Considerando
el mexicano deportado en una zona fronteriza como Tijuana, el espacio bio-
gráco está en constante negociación con la biopolítica de la frontera, y for-
ma parte de la ‘metáfora biopolítica’. El migrante, como todo individuo, está
situado a través de su historia, su biografía y de su “mundo” (Schutz, 1982).
Considerando todo lo anterior, una forma de poder llevar a cabo la ope-
racionalización metodológica de la fenomenología de la experiencia reside
en rescatar conceptos “dominados” y realizar una labor de desmigrantizar
el análisis de la migración. Uno de estos conceptos es el concepto inglés de
“migrancy”, que es erróneamente equiparado como “migración” en español,
pero su denotación se extendió mucho más allá de simplemente referirse a