ISSN impreso: 1390-3837 / ISSN electrónico: 1390-8634, UPS-Ecuador, No. 40, marzo-agosto 2024, pp. 43-65.
https://doi.org/10.17163/uni.n40.2024.02
De “migrancy” a migrancia: aproximaciones
fenomenológicas al proceso social de la experiencia
de la migración del campo migratorio
México-Estados Unidos
From migrancy to migrancia”: phenomenological
approaches to the social process of the migration experience
of the United States-Mexico migration camp
Renato de Almeida Arao-Galhardi
Universidad Iberoamericana, México
renato.almeida@correo.uia.mx
https://orcid.org/0000-0002-0448-0844
Recibido:12/11/2023 Revisado: 20/12/2023 Aceptado: 11/01/2024 Publicado: 01/03/2024
Resumen
Este artículo trabaja la experiencia de la migración bajo el concepto de migrancia, posibilitando así articular
la compleja y difusa categoría de “la experiencia” en los análisis migratorios. Sin un concepto viable en
español para referenciar explícitamente el repertorio experiencial de la migración, propongo una nueva
interpretación del concepto inglés de “migrancy”, a través de una deconstrucción reexiva conceptual, revi-
sitada como “migrancia”. Para llegar a esto, discuto grandes argumentos fenomenológicos y las implicacio-
nes de pensar y trabajar desde “la experiencia” en contextos migratorios para así resaltar el papel formativo
que tiene las experiencias en los procesos migratorios. Para esto, resalto la importancia de “desmigrantizar”
el análisis migratorio y su importancia de articular la experiencia desde una “tercera vía”, es decir, heterofe-
nomenológicamente. A continuación, abordo la importancia de “pensar a través del cuerpo”, desde apuntes
epistémicos y metodológicos feministas, para corporeizar el análisis migratorio y así revisitar el concreto
de “migrancy” para entonces introducir “migrancia”, como un concepto que abarca la fenomenología,
corporeizada, de las experiencias migratorias. Tomando como referencia el campo de la migración México-
Estados Unidos, enmarco “migrancia” desde una perspectiva fenomenológica feminista que permite no
solamente devolver la agencia a los cuerpos migrantes, sino llevar la fenomenología al análisis migratorio.
Por último, argumento que trabajar “migrancia” es fundamental para entender fenómenos migratorios y
promete hacer una valiosa contribución al análisis y formas de describir y narrar los procesos migratorios.
Palabras clave
Análisis migratorio, corporeización, desmigrantización, experiencia, fenomenología, México-Estados
Unidos, migrancia, migrancy.
Cómo citar: Galhardi de Almeida Arao, R. (2024). De “migrancy” a migrancia: aproximaciones fe-
nomenológicas al proceso social de la experiencia de la migración del
campo migratorio México-Estados Unidos (2024). Universitas XX1, 40,
pp. 43-65. https://doi.org/10.17163/uni.n40.2024.02
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No. 40, marzo-agosto 2024
Abstract
This article discusses the experience of migration through the concept of “migrancia”, thus making it
possible to articulate the complex and diffuse category of “experience” in migration analysis. Without
a viable concept in Spanish to explicitly reference the experiential repertoire of migration, I propose a
new interpretation of the English concept of “migrancy”, through a reexive conceptual deconstruc-
tion, revisited as “migrancia”. To arrive at this, I discuss major phenomenological arguments and the
implications of thinking and working from “experience” in migratory contexts in order to highlight
the formative role of experiences in migratory processes. In this, I highlight the importance of “de-
migrantizing” migration analysis and its importance of articulating experience from a “third way”,
that is, hetero-phenomenologically. Next, I address the importance of “thinking through the body”, from
feminist epistemic and methodological points of view, in order to corporealize the migratory analysis and
thus revisit the concrete of “migrancy” and then introduce “migrancy” as a concept that encompasses
the phenomenology, embodied, of migratory experiences. Taking the eld of Mexico-US migration as
a reference, I frame “migrancy” from a feminist phenomenological perspective that allows not only to
return agency to migrant bodies, but to bring phenomenology to migration analysis. Finally, I argue
that working with “migrancy” is fundamental to understanding migratory phenomena and promises to
make a valuable contribution to the analysis and ways of describing and narrating migratory processes.
Keywords
De-migrantization, embodiment, experience, Mexico-United States, migrancia, migrancy, migratory
analysis, phenomenology.
Introducción
Las vivencias de las experiencias de la migración de (y desde) migran-
tes mexicanos, son estructurantes y fundamentales en (re)estructuración sus
nociones identitarias, por lo “decisivo” que implican las experiencias —lo
traumático, lo “difícil”, lo “emocional”— que supone la translocación entre
espacios dominados por ideologías y posiciones políticas.1 Son experien-
cias que se vuelven “capítulos” de las narrativas de la vida, de la biografía
de uno; son (parte de) “historias de vida” que estructuran y posibilitan (re)
conguraciones ontológicas e ideologías (Bajtín, 2000). Entre “la distancia
física o geométrica que existe entre mí y todas las cosas”, escribe Merleau-
1 Ver Gómez (2018).
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Ponty (1997), existe “una distancia vivida [que] me vincula a las cosas que
cuentan y existen para y las vincula entre sí” (p. 301). Como recuerda
Sara Ahmed (2000):
Las experiencias de la migración —de no estar en un lugar que uno vivía
como su hogar— se sienten en el nivel de la encarnación, la experiencia vi-
vida de habitar un espacio particular, un espacio que no está ni dentro ni fue-
ra del espacio corporal. (p. 92; traducción mía)
La interacción con las formas de ser en el mundo genera valores que, a
su vez, estructuran las formas de la interacción en y con el mundo congu-
rando ontologías, identidades y formas de ser (Bajtín, 2000). Como resaltó
Handlin (1973), “la inmigración alteró a Estados Unidos. Pero también alte-
ró a los inmigrantes” (p. 4; traducción mía).
La experiencia vivida de la migración es una experiencia estructurante
(ontológicamente hablando). Por lo tanto, ¿cómo podemos incorporar el re-
pertorio vivencial de la experiencia en los análisis migratorios? Una forma
de hacerlo es traer, al español, una reconstrucción del viejo concepto inglés
“migrancy”. A esto lo llamo “migrancia”.
Para que lleguemos a esto, hago una revisión especíca de la literatura
que abarca la experiencia migratoria, entrelazado con estudios que emplean
y usan “migrancy”, para así, revelar su sentido, y, desde esto, recuperar su
esencia, depositado en un término que aún no existe en español, que propongo
como “migrancia.” Empiezo por plantear los principios de la fenomenología,
para dar algunas respuestas a la pregunta de¿cómo opera la experiencia en el
análisis migratorio? Más aún, ¿qué signica una fenomenología de la migra-
ción? Aquí me apoyo en las discusiones que empiezan con las discusiones
losócas de Martin Heidegger para demostrar la construcción social de la
realidad. Desde esto, articulo la necesidad de, entonces, recurrir a otras for-
mas de pensar el análisis migratorio, idea que encuentra aliento con Janine
Dahinden y su llamado a “desmigrantizar” el análisis migratorio. En seguida,
abordo las formas de ver lo que vemos, desde las ideas del lósofo Daniel
Dennett, quien resalta que la interpretación de la percepción -como el sustento
de la labor del análisis cientíco y propio de los estudios migratorios, se da
a través de una percepción de percibido, es decir, desde una “tercera vía”, a
lo que él llama heterofenomenología. En seguido, llevo estas discusiones al
cuerpo, como el recinto desde donde emane la percepción, las sensaciones,
y las construcciones de las experiencias. Argumento que corporeizar la fe-
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nomenología de la migración permite no solamente recuperar la agencia del
migrante y poner en relieve su cuerpo, pero también identicar que la expe-
riencia es parte de narrativas biográcas construidas a través de cuerpos situa-
dos, historias, recordados y percibidos. Posteriormente, ubico esta discusión
desde el territorio situado -la historia, recuperando el concepto de Jacques
Derrida de ontopología. Sobre estas discusiones, construyo una unidad con-
ceptual que busca recuperar y referirse a la fenomenología de la experiencia
migratoria. A esto lo llamo, y deno, como migrancia. Por último, culmino
con algunas reexiones sobre las formas de pensar el análisis migratorio, y
la importancia de articular las experiencias en el análisis migratorio, especí-
camente, la importancia de trabajar la migrancia en los análisis migratorios.
La fenomenología de la experiencia de la migración
La experiencia, sostiene Heidegger (1927/1997) es “estar-en-el-mundo”
(being-in-the-world). Estar-en-el-mundo es estar entre espacios —un espa-
cio entre otro espacio— en el cual la experiencia es mediada por la subjeti-
vidad del cuerpo —la corporalidad— y la perspectiva —la particularidad. La
experiencia, en este sentido, está enmarcada por la dialéctica de la otredad,
relacional y situada dentro de un proceso inacabado de constante construc-
ción. La experiencia de estar-en-el-mundo es mediada en relación con el otro
—el “no-Yo”. La “experiencia vivida” es producto de la dialéctica entre la
“experiencia” (Erfahrung) y la “vivencia” (Erlebnis). Así, las adscripciones
hermenéuticas a la experiencia se encuentran dentro de narrativas histórica-
mente forjadas y contextualizadas y, por supuesto, subjetivada (Føllesdal,
1991). La experiencia de la migración es una experiencia vivida, depositada
y atravesada en y por el cuerpo —simbólico, ontológico, social— del migran-
te. La experiencia de una experiencia vivida se activa mediante el proceso
de la memoria y su rememora. Abril Trigo (2012) reitera que la construcción
de la memoria, como posicionamiento ontológico de las formas de estar en
las temporalidades (biográcas) desde el presente (el aquí-ahora), es lo que
permite “el encuentro del presente del ahora [Jetztzeit] con el pasado de la
experiencia acumulada [Erfahrung] donde se produce la experiencia vivida
[Erlebnis] como duración(pp. 26-27; itálicas originales). En las palabras
de Merleau-Ponty (1997), “para que percibamos las cosas, es necesario que
las vivamos” (p. 339).
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Renato de Almeida Arao-Galhardi. De “migrancy” a migrancia
La vivencia de la experiencia surge de la relación con la duración “de la
memoria cultural-performativa”, es decir, la memoria producida y produc-
to de la conuencia con los horizontes de actuación social (Trigo, 2012). Es
desde una relación dialéctica entre el individuo (como primer punto de osci-
lación de la subjetividad) y los horizontes sensibles de los territorios —tan-
to físicos como simbólicos (los demás puntos de oscilación de la subjetivi-
dad)— que posibilita la producción, circulación y el “recuerdo” la memoria
(Jelin, 2012). En otras palabras, las fuentes de la memoria, como también
son las fuentes de las experiencias vividas, son, están y emanen desde lo so-
cial (Trigo, 2012). Así, la expresión “hacer memoria” tiene sentido, porque
la memoria no existe por sí sola, sino que la memoria “se hace”. La memo-
ria es un producto y un proceso social.
Concomitantemente, la experiencia vivida está congurada por la relación
entre el espacio (como territorio) y el tiempo (como historia) que, consecuen-
temente, moldea la experiencia como un proceso histórico atribuido a la terri-
torialización del espacio como espacio “habitado” y político (Harvey, 2000).
Este contorno semiótico y cibernético, entre el individuo y sus interacciones,
son constitutivo en enmarcar las conceptualizaciones de las connotaciones y
signicados de los espacio-tiempos que este ocupa, transita y utiliza. El es-
pacio ocupado y habitado es, por lo tanto, la ‘fuente primaria’ de la dieta de
la memoria y construye las propiedades que nutre las narrativas de la expe-
riencia, como propiedades propias del “espacio biográco” (Arfuch, 2007).
Leonor Arfuch (2007) argumenta que el espacio biográco abarca “la
narración de historias y experiencias, la captación de vivencias y recuerdos”
(p. 84), por lo tanto, el espacio biográco son las narrativas que denotan un
sentido al individuo que, a su vez, estructura la agencia, las expectativas, las
ideaciones y, consecuentemente, la memoria y rememoración. Considerando
el mexicano deportado en una zona fronteriza como Tijuana, el espacio bio-
gráco está en constante negociación con la biopolítica de la frontera, y for-
ma parte de la ‘metáfora biopolítica’. El migrante, como todo individuo, está
situado a través de su historia, su biografía y de su “mundo” (Schutz, 1982).
Considerando todo lo anterior, una forma de poder llevar a cabo la ope-
racionalización metodológica de la fenomenología de la experiencia reside
en rescatar conceptos “dominados” y realizar una labor de desmigrantizar
el análisis de la migración. Uno de estos conceptos es el concepto inglés de
“migrancy”, que es erróneamente equiparado como “migración” en español,
pero su denotación se extendió mucho más allá de simplemente referirse a
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algo tan ofusco como “migración”. A simple vista, su uso contemporáneo
parece indicar que “migrancy” está relacionado con la movilidad en el pro-
ceso migratorio, pero esto es un efecto de haber sido arrastrado irreexiva-
mente a través de la historia (Smith, 2004). Es necesario, como argumenta
Janine Dahinden (2016), desmigrantizar el análisis migratorio. Una de las
preguntas, aún no resuelta, que atraviesa toda esta discusión es ¿cómo po-
demos instrumentalizar, analíticamente, la experiencia fenomenológicamen-
te expresada de la migración? Una forma de salir de este callejón epistémi-
co metodológico es abordar esta pregunta desde la “tercera vía” y pensarla
heterofenomenológicamente.
“Viendo” la experiencia migratoria:
la heterofenomenología y la “tercera vía”
Reconociendo que la comunicación se interpreta, doblemente, como parte
de un “círculo hermenéutico” donde se realiza una avaluación de una observa-
ción sobre lo observado, es útil considerar el enfoque heterofenomenológico
de Daniel Dennett. Recordando las discusiones de la fenomenología feminis-
ta, Dennet (1991) identica que una observación de una observación requiere
adoptar una posición reexiva haciendo eco de las discusiones epistemológi-
cas feministas de Donna Haraway (1988) sobre los “conocimientos situados”.
A este respecto, Daniel Dennett (1991, 2003; 2007) argumenta que las
formas en que los seres humanos construyen narrativas sobre quiénes son
—narrativas biográcas que nutren y estructuran su Yo— se dan a través de
discursos autorreferenciados en relación con el “no-Yo”, es decir, con todo
aquello externo al individuo comunalmente identicando como parte de la
“otredad”. Todo individuo, por lo tanto, desarrolla narrativas dialécticamente
posicionadas con la experiencia de la otredad, lo cual fomenta propiedades
narrativas que construyen el “cuerpo” de la identidad, el territorio biográco
del individuo; el espacio biográco. Este cuerpo-como-territorio narrativo
es parte de lo que Leonor Arfuch ha llamado el espacio biográco, lo cual
nutre una cartografía identitaria que guía, sustenta, valida y da sentido a las
acciones humanas. Por lo tanto, la fenomenología es parte de este espacio
biográco, de esta narrativa identitaria y de esta cartografía corporal que de-
ne el tipo y forma de experimentar la realidad social. La fenomenología de
la experiencia, en consecuencia, no es solamente una expresión y propiedad
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Renato de Almeida Arao-Galhardi. De “migrancy” a migrancia
subjetiva, sino que es un producto y proceso social. Desde estas argumenta-
ciones, Daniel Dennett (2003) propone articular un “método heterofenome-
nológico”, para reconocer la pluralidad de la experiencia y permitir abordar
subjetividades como “verdades” situadas que, a su vez, permite tratarlas ana-
líticamente como fuentes válidas. En este sentido, las narrativas biográcas
deben ser abordadas como conocimiento situado, desde una explicación de
la posicionalidad del observador sobre lo observado y considerar lo dicho
como un hecho social (Atkinson, 1997).
Trabajar un método heterofenomenológico implica adoptar una postura
intencionada, situada y reexiva en la que se observa a un sujeto epistémico,
con conocimiento situado, investido de agencia, creencias y racionalidad, y
se interpretan como hechos sociales sus acciones y las narrativas que reme-
mora sobre sus experiencias como parte de un cuerpo-como-territorio de su
espacio biográco. Como nos recuerda Abril Trigo (2012), “una adecuada
negociación y reconversión de la subjetividad implica necesariamente pro-
cesar las memorias como instancias imbricadas dialécticamente al presente
en duración, como experiencias vividas en la práctica” (p. 28).2
La fenomenología, como aquello que trata los “fenómenos” de la reali-
dad, nutre la esencia de las identidades que todo individuo asume. En este
sentido, el ‘Yo’, argumenta Dennet, es el resultado de diversas narrativas que
se inscriben sobre el cuerpo y estructura la forma que el cuerpo se posiciona
y se sitúa en una orden social (McCarthy, 2007). La incorporación de narra-
tivas biográcas que forman parte de una unidad identitaria, autorreferen-
ciado, y desde lo cual se interpreta, percibe e interactúa con el mundo —el
Yo— pasa, nos dice Dennet (2003), por cuatro articulaciones que se inter-
ponen en el binomio del Yo-no-Yo:
i. las experiencias conscientes en sí mismas;
ii. las creencias sobre estas experiencias;
iii. los “juicios verbales” que expresan esas creencias; y
iv.
expresiones de uno u otro tipo. (Dennet, 2003, p. 21; traducción mía).
La postura heterofenomenológica sostiene plenamente que la realidad es
una construcción social.3 Como bien dice Thompson (2000), “el mundo hete-
2 Traducción propia.
3 Ver “Dennett and Constitution” en Thompson, 2007 (pp. 214-217).
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rofenomenológico es, al n y al cabo, el mundo en el que vivimos” (p. 214;
traducción mía).
El acto heterofenomenológicamente expresado de “ser en el mundo”
(Vattimo, 1987) se presenta en las narrativas que describen, expresan, sien-
ten y ocupan los espacios de la construcción social de la realidad (Thomp-
son, 2000). Los elementos destacados en las narrativas demuestran una prio-
rización de los que más sobresalen en su incidencia en el espacio biográco:
son relatos narrativos que participan y se presentan en la “historia de vida”
que contamos sobre nosotros, a nosotros mismos y “al mundo” (Sanford,
2006). Estos elementos percibidos son constitutivos de una noción identita-
ria que condiciona las formas de experimentar el mundo —como actuacio-
nes y percepciones de y en lo que Berger y Luckmann (2001) han descrito
como “universos simbólicos” denidos aquellos “cuerpos de tradición teórica
que integran zonas de signicado diferentes y abarcan el orden institucional
en una totalidad simbólica” (p. 124). De forma sucinta, podemos entender
los universos simbólicos como el campo referencial socialmente mediado e
históricamente producido que forma parte de lo que Dennet describe como
“centros de gravedad narrativos”. Por ejemplo, Avtar Brah (2005) recuerda
que tanto la identidad como la experiencia vivida, es producto de la dialéc-
tica hermenéutica y fenomenológica entre el individuo y lo social, entre lo
privado y lo público, entre y desde las narrativas que se yerguen en la malla
social de la experiencia (p. 172).
Los centros de gravedad narrativos son aquellos hechos y relatos que en-
cuentran anidad con el espacio biográco individual; son historias, eventos,
experiencias e ideas que “gravitan” hacia la idea de la identidad de todo in-
dividuo, siendo atraído por su esencia en expresar componentes relevantes a
la “historia del individuo”. En otras palabras, los centros de gravedad narra-
tivos son aquellos elementos de la realidad social que cobran importancia a
la hora de dar sentido a la historia de lo que somos. Así, los centros de grave-
dad se vuelven fuentes para nuestro Yo, expresado en discursos y narrativas
que buscan explicar nuestras formas de ser y estar en el mundo. Los centros
de gravedad son expresiones de un “reejo” de una posición asumida en el
mundo, fruto de una internalización discursiva situada que nos permite ac-
ceder a “modelos” de actuación, interacción y formas de ser, y formas del
Yo (Dennet, 1991). Son los discursos que nos “dene”; es una expresión del
habitus, diría Bourdieu.
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Renato de Almeida Arao-Galhardi. De “migrancy” a migrancia
Asimismo, todo individuo es una composición narrativa. El espacio bio-
gráco, por lo tanto, se establece a partir de las historias que se hacen: (a)
de sí mismo, (b) desde los demás; y (c) desde las interpretaciones sobre (a)
y (b) (ver ilustración 1). Estos centros de gravedad narrativos son congu-
rados en la doble hermenéutica de la relación dialógica y dinámica entre el
individuo con “el mundo”. Es la mirada, desde y hacia el individuo, cargada
de valores, sentidos, intenciones e “historia” que inuye en la composición
de la “historia de vida” —que se hila desde y a través del individuo— de su
‘ser y su ‘estar’. La mirada como sustento y sustrato de la narrativa biográ-
ca es un “espacio” político. Como bien recuerda Le Breton (2006), “la mi-
rada que se deposita en el otro nunca es indiferente” (p. 60).
Ilustración 1
Los tres principales centros de gravedad narrativos del Yo,
según Daniel Dennet
Nota. Elaboración propia basada en McCarthy (2007).
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El signicado, por lo tanto, atribuido a una experiencia vivida es algo
corporal, porque atraviesa el cuerpo y es “parte” del cuerpo (Ahmed, 2015).
El cuerpo, así, es la cartografía de las razones por la composición semiótica
de la experiencia vivida (Ahmed, 2015) y se vuelve “un lugar” de la memoria
(Nora, 2008). En su obra maestra sobre la cultura, Le Breton (2006) sostiene
que el ser humano experimenta el mundo “atravesado y permanentemente
cambiado por él” (p. 11), por lo que el cuerpo se vuelve una extensión propia
del “mundo” —volviéndose un cuerpo-mundodonde el cuerpo siente y
experimenta el “mundo”. Le Breton (2006) enfatiza que lo que condiciona la
forma de sentir el mundo no es el cuerpo, biológicamente constituido, sino el
cuerpo como matizado culturalmente: el cuerpo como social, como sociedad.
“Corporeizando” la experiencia migratoria:
de migrancy a migrancia
Desde su introducción a principios de los años sesenta, el término mi-
grancy —sin equivalente conceptual en español— se ha utilizado para des-
cribir algo relacionado con el proceso de migración, tratándose de un con-
cepto bastante turbio por su ausencia de especicación conceptual. ¿Qué,
realmente, signica “migrancy”?
“Migrancy” es un término que se diferencia de “migración” a pesar de
que su traducción al español suele equiparar ambos términos como sinóni-
mos. Una revisión crítica de sus usos demuestra que “migrancy” no es solo
una variación mimética para aludir a la “migración” sino que algo más.
Uno de los primeros usos del término ‘migrancy’ apareció en la publi-
cación de los resultados de la investigación de Philip Mayer de 1962, quien
presentó resultados de su investigación sobre la migración de miembros de
la tribu xhosa de la ciudad sudafricana East London durante la primera mitad
del siglo XX. Los xhosas son una tribu con tradición migratoria situada prin-
cipalmente en el Cabo Oriental de la región sureste del continente africano.
A lo largo del siglo XX, los xhosa se fueron incorporando progresivamente
a entornos cada vez más urbanos, ingresando a nuevos contextos y modos
de vida. En búsqueda de comprender qué transcurre cuando los xhosa llegan
a una ciudad, con una lógica tiempo-espacial, cultural, político, económica
y socialmente diferenciada, Philip Mayer empieza a describir las diferencias
empezando por identicar la existencia de un doble desplazamiento en este
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Renato de Almeida Arao-Galhardi. De “migrancy” a migrancia
movimiento: (i) uno referente al espacio físico y geográcamente constitui-
do, y (ii) referente a las referencias semióticas que dan sentido y signica-
do al mundo.
Para lograr sobresalir en la lógica de una ciudad, Mayer (1962) observa
que los xhosas desarrollan diversas estrategias para dar “sentido” a cómo,
dónde y de qué forma ocupan los espacios de la ciudad. Los xhosas en East
London pasan por una reterritorialización de sus identidades —una reterri-
torialización de sus espacios biográcos— que busca moverse en una arqui-
tectura y organización social urbana que insiste en posicionar una lógica “lo-
cal” —urbana, capitalista y “moderna”— sobre lo foráneo —lo extraño, la
otredad, lo rural, lo “tradicional”. En las palabras de Stephen Cairns (2003),
“la gura del “migrante” (…) sufre una “reterritorialización” tras una deste-
rritorialización periódica” (p. 1; traducción mía).
Son estos mecanismos y expresiones de narrativas espacio-temporales
de la membresía social de los migrantes —ubicado en y entre la localidad de
origen y la localidad de destino— que emane “migrancy”. Mayer (1962) es
claro en enmarcar “migrancy” como referente a las particularidades subjeti-
vadas de enfrentarse a la interacción en la plurilocalidad, tomado como hete-
rofenomenológico, es decir, como una “una posición teórica estable e inter-
subjetivamente conable” (Dennet, 1991; p. 81; traducción mía). Migrancy,
entonces, representa el proceso de re- y desterritorialización de la posicio-
nalidad y reexividad atribuida a “eventos de creación de lugares” (Jacobs,
2002). Entrar en campos semióticos diferenciados, los xhosas experimentan
una forma de “choque de culturas” donde se pone en relieve lo que Philip
Mayer (1962) alude a un “campo de ‘migrancy’”. Migrancy, en el contexto
de los xhosas, alude a las relaciones y lazos “extraurbanos” que mantienen y
persiguen los migrantes que ahora se encuentran en entornos urbanos.
Recentrar el concepto de “migrancy” dentro del enfoque de la fenome-
nología de la experiencia de la migración es importante porque recupera,
conceptualmente, las formas fenomenológicas de la experiencia migratoria.
Sin un equivalente claro y denido en español, propongo utilizar el término
“migrancia” como su equivalente, y no similitud.
La migrancia concentra el valor semántico de las propiedades del proceso
social de la migración y las expresiones que emana de y entre los migrantes
desde la experiencia de la migración. El análisis de Philip Mayer sugiere que
la migrancia es un aspecto y propiedad indivisible del proceso y experien-
cia de la migración. Desde los estudios de Mayer a principios de 1960, los
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estudios sobre la migración han utilizado de forma intermitente el término
“migrancy” —especialmente en las investigaciones sobre la migración afri-
cana— pero normalmente de forma no-reexiva y poco denida, pareciendo
ser apenas una equivalencia creativa para referirse a la migración. Sería en el
marco del “giro de la movilidad” (Glick Schiller y Salazar, 2013), casi tres
décadas después, que surge un renovado interés en considerar, seriamente,
las implicaciones, signicados y propiedades de la migrancia, destacando el
trabajo de Iain Chambers (1994).
En su discusión sobre la implicación y signicado del concepto de “migran-
cy” publicado a principios de 1990 Iain Chambers atraviesa el concepto de mi-
grancia por el canon reexivo de las teorías feministas, posmodernas, y poscolo-
niales y deconstruccionistas al considerar la migración como un desplazamiento
ontológico de quien “está perpetuamente obligado a acomodarse en una discusión
interminable entre una herencia histórica dispersa y un presente heterogéneo”
(p. 6; traducción mía). Con la migración, la estructura biopolítica de las relacio-
nes de poder se hace visible a nivel individual (pertenencia étnica, valores cultu-
rales, prácticas de género, etc.), a nivel meso (instituciones) y a nivel macro (el
Estado y otros actores supranacionales), haciendo explícita la enredada relación
que afecta y construye la experiencia migratoria (Harney y Baldassar, 2007).
La migrancia, en consecuencia, busca recuperar el sujeto migrante del
encierro macroanalítico y estructural, haciendo énfasis en la hermenéutica
de la fenomenología migratoria subjetiva al abordar la “complejidad necesa-
ria” de una experiencia vivida atravesada por un cuerpo socialmente denido
(Carter, 1992). Andrew Smith (2004) argumenta que, actualmente, ‘migran-
cia’ aparece como un concepto sui generis para describir la condición del
ser humano contemporáneo, ya que “todo el mundo parece ser migrante en
cierto sentido” (p. 257; traducción mía). La migrancia se vuelve un aspecto
omnipresente de la realidad social contemporánea, reriéndose “no al hecho,
sino a la condición de la vida humana” (Smith, 2004, p. 257).
Hablar de migrancia es hablar de un proceso ambulante que reformula
los sentidos de conceptos subjetivos como “casa”, “hogar” y estructura las
formas de percibir e imaginar el mundo, en “paisajes” estructurantes que
congura la perspectiva social sobre mismo y el “mundo”. La postura crí-
tica y reexiva sobre la migrancia destaca y revela la signicancia del rol de
la fenomenología de la migración en las estructuras de agencia, referencia y
marcos de posicionamiento ontológico. La migrancia, por lo tanto, parece ser
tan importante como otros factores estructurantes de la realidad social como
55
Renato de Almeida Arao-Galhardi. De “migrancy” a migrancia
son, por ejemplo, el género, la etnia y la clase social. La socióloga nlande-
sa, Lena Näre (2013), sostiene esta armación al decir que:
Aunque los límites de la migración son uidos y contingentes, como catego-
ría social tiene efectos muy reales en la vida de las personas. De hecho, pue-
de armarse que la migración se ha convertido en una categoría social tan
importante como las clásicas de la era moderna: género, clase social, “raza”
y nacionalidad. (p. 605; traducción mía)
La migrancia es parte de una mirada heterofenomenológica de la migra-
ción, ya que es la incorporación de “lo que ese sujeto cree que es verdad so-
bre sus propias experiencias conscientes y el mundo tal como lo experimen-
ta ese sujeto —el mundo heterofenomenológico o subjetivo, es decir, no el
mundo real” (Drummond, 2006, p. 57; traducción mía). Por lo tanto, ¿cómo
se dene la migrancia? Para denirla, aún es necesario discutir un aspecto
adicional: su constitución ontopológica.
“Situando” la experiencia migratoria:
La ontopología de la migrancia
Retomando la preocupación feminista de recentrar el cuerpo como fuen-
te epistémica, como territorio, como política, tecnología, protesta y discurso,
Donna Haraway plantea una discusión acerca del cuerpo como cuerpo en-
carnado mediante la metáfora de la prótesis, como proceso que interviene el
cuerpo, haciendo que el cuerpo, por lo tanto, se reviste de nuevos signicados
y permite salirse del enjaulamiento semiótico que ha dominado el cuerpo a
lo largo de una historia de las ciencias sociales masculinizada, heteronorma-
tiva e imperialista (Mignolo, 2010; 2015).
Al buscar un posicionamiento político y epistemológico del cuerpo como
“siempre un cuerpo complejo, contradictorio, estructurado y estructurador” en
contraposición a “la visión desde arriba, desde ninguna parte, desde la sim-
plicidad”, Haraway aboga por la consideración necesaria de la complejidad
del sujeto —de su cuerpo— como de sus atributos de género. Aboga por una
consideración de la propiedad ontopológica de la migración.
Una “ontopología”, escribe Derrida (1998), es “una axiomática que vin-
cula indisociablemente el valor ontológico del ser-presente (on) a su situa-
ción, a la determinación estable y presentable de una localidad (el topos del
56
Universitas-XX1, Revista de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Politécnica Salesiana del Ecuador,
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territorio, del suelo, de la ciudad, del cuerpo en general)” (p. 96; itálicas del
texto original.). Por lo tanto, la experiencia vivida es una experiencia situada
que adquiere el carácter ontopológico. Podemos pensar que el espacio bio-
gráco de la migrancia es uno mediado por un campo ontopológico.
Tomando en cuenta las premisas epistémicas y metodológicas hasta aquí
presentado, y buscando instrumentalizar el concepto de migrancia, propon-
go denirla como: el producto social (inacabado) del proceso social de la
experiencia de la migración, heterofenomenológicamente expresada y on-
topológicamente situada.
La migrancia, así, busca recuperar el sujeto migrante del encierro del aná-
lisis macroanalítico y estructural, poniendo énfasis en la hermenéutica de la
fenomenología migratoria subjetiva y relacional. La migrancia es uno de los
aspectos heterofenomenológico más sobresalientes del proceso social de la mi-
gración, posibilitando el reconocimiento de la agencia de migrantes, visibilizan-
do sus estrategias, negociaciones, ideaciones e interpretaciones que enmarcan
los contextos migratorios. Añadir un enfoque de migrancia al análisis de fenó-
menos de la migración ayuda a romper la brecha entre los diferentes niveles
escalares de análisis y añade una dimensión necesaria a la comprensión de la
migración. Consecuentemente, la migrancia es un buen concepto para rescatar
y hacer referencia a los factores interseccionales que, en su conjunto, confor-
man parte de la esencia de la experiencia migratoria y “camina” con el migran-
te. Es un concepto, recordando a Gilles Deleuze (1995), esencialmente móvil.
4
Buscando la migrancia: entre lo ontopológico
y heterofenomenológico
La memoria es un proceso social ontopológicamente situado y esencial-
mente heterofenomenológico. Por lo tanto, las memorias son múltiples y plu-
rales —son, esencialmente, expresiones heterofenomenológicas—, porque
las narrativas acerca de las experiencias se fomentan en la disyuntiva de la
percepción, socialmente compuesta y ordenada, que se asientan en función
de la situada mirada. La experiencia está investida de múltiples memorias
que compiten por la narrativa dominante, atravesado por la pluralidad de la
4 En sus propias palabras, Giles Deleuze argumenta que “it’s not enough simply to say concepts possess
movement; you also have to construct intellectually mobile concepts” (p. 122).
57
Renato de Almeida Arao-Galhardi. De “migrancy” a migrancia
historia, alimentando el espacio biográco y moviéndose a través de centros
de gravedad narrativos.
Las memorias fomentan grados de percepciones —como tonos y acen-
tos puestos a narrativas rememoradas— que alimentan las percepciones de
sí mismo ante sí mismo y el sí mismo frente a la otredad. La memoria de
las experiencias de la migración es, en consecuencia, siempre memorias que
encuentran sus expresiones en las relaciones e interacciones sociales —en
el “mundo”5y, por lo tanto, se estructuran como hechos sociales. La ex-
periencia nutre y es nutrida por el aspecto ontopológico —es decir, un topos
situado”
6
de la memoria, en una expresión dialógica hermenéutica, que re-
side, fundamentalmente, en la fenomenología de la experiencia vivida (del
“estar-en-el-mundo”). La memoria, entonces, es un elemento constitutivo e
intrínsecamente social, pero la memoria también reside en un individuo, por
lo tanto, la memoria también es individual.
El lósofo y sociólogo francés Maurice Halbwachs (1925/2004) sostiene
que son los marcos sociales que engendran los vínculos que hacen posible
la arquitectura de la memoria, como arquitectura social mnemónico. La me-
moria, así como es la migrancia, es un producto social vuelto hecho social.7
Para sustentar estas armaciones, Halbwachs demuestra como el marco so-
cial engendra la formación de la memoria, presentando el contexto como en-
torno semiótico que dene la experiencia y las formas de rememorar. Así, la
memoria individual está compuesta (y consiguientemente) limitada por las
experiencias (y alcance) del individuo, como parte de las extensiones de los
espacios (y tiempos) que el individuo ocupa en el tiempo y espacio. Por otro
lado, la memoria colectiva es limitada por el conjunto de referencias recorda
-
das de los puntos de interacción y se articula por las vías de las interacciones
sociales que están depositadas en un objeto de mayor comunalidad (afuera
del individuo) y parte de las referencias narrativas de la identidad del grupo
social (Traverso, 2011). Las memorias colectivas se crean como productos
de un proceso de unicación de “historias” sobre experiencias vividas con
5 Entendiendo el “mundo” en términos fenomenológicos. Heidegger (1925/1997) argumenta que:
describir fenomenológicamente el “mundo” signicará: mostrar y jar en conceptos categoriales
el ser den entre que está-ahí dentro del mundo. Los entes dentro del mundo son las cosas, las cosas
naturales y las cosas “dotas de valor”. [...] El carácter de ser de las cosas naturales, de las sustancias,
que funda todo lo demás, es la sustancialidad. Capítulo Tercero, 63 (p. 91).
6 Para un breve recorrido sobre la constitución del concepto “topos”, recomiendo Portillo Fernández,
J. (2016). Topoi y espacios mentales. Tonos digital, 32(0).
7 Ver Durkheim (1997, pp. 51-52).
58
Universitas-XX1, Revista de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Politécnica Salesiana del Ecuador,
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base en una “idea” de lo sucedido que se hila en una “tela unicada”. Jelin
(2012) enfatiza este aspecto al escribir que:
Las memorias son procesos subjetivos e intersubjetivos, anclados en expe-
riencias, en “marcas” materiales y simbólicas y en marcos institucionales.
Esto implica necesariamente entrar en el análisis de la dialéctica entre indi-
viduo/subjetividad y sociedad/pertenencia a colectivos culturales e institu-
cionales. (p. 25)
La memoria colectiva, así, representa una imagen generalizada, ideada y
politizada de la “historia” (Halbwachs, 1925/2004, pp. 54-55). Hablar de me-
moria, entonces, es siempre hablar de memorias —tanto individuales como
colectivas— todas en coexistencia en planos tiempo-espaciales de referen-
cia y relación social diferenciados. La ilustración 2 recupera el proceso de la
construcción social de la memoria, fomentando memorias individuales que
son estructuradas con relación a tres referentes: (i) lo colectivo, (ii) desde lo
colectivo y (iii) con el colectivo.
Ilustración 2
La construcción de la memoria situada - la memoria individual
y la memoria colectiva
Nota. Adaptación de Halbwachs (1925/2004).
59
Renato de Almeida Arao-Galhardi. De “migrancy” a migrancia
El proceso social de la memoria recupera, necesariamente, el grado emo
-
tivo que acentúa la memoria. Las emociones que atraviesan y son parte de
las experiencias vividas regulan la presencia y penetración de las memorias.
Cuando más emotivo, más inado se vuelve el evento rememorado, agrandado
por su carácter emocional. Estas son las memorias, habitualmente, asociadas
con eventos estructurantes de la biografía narrativa de los individuos —son
los “capítulos” de la vida, como suelen ser los eventos de pérdida, trauma,
gran alegría o alivio (Halbwachs, 1925/2004). Estos eventos estructurantes
en la biografía rememorada de todo individuo se mueven en narrativas car-
gadas de sentimientos. Son narrativas emocionales. La memoria, por lo tan-
to, se apega a lo emocional (Ahmed, 2015). La memoria, como toda expe-
riencia y su vivencia y percepción de ella, es situada en un tiempo-espacio.
Es sobre esta premisa que Jean Duvignaud (2004) asienta que el análisis de
la memoria es, en el fondo, un análisis del tiempo —de una forma de estruc-
turar y articular el tiempo (Halbwachs, 1925/2004, p. 11). El tiempo posibi-
lita la experiencia y enmarca la experiencia en un contexto, en una relación
con una historia social. Son los marcos sociales que posibilitan la articula-
ción discursiva de una historia social, ontopológicamente situadas. Los mar-
cos sociales, en consecuencia, permiten la expresión del recuerdo —situado,
afectivo, histórico y biográco— como recinto simbólico de la interacción
social y simbólica experimentada e internalizada.
Buscando reexionar sobre los “lugares” de la memoria, Pierre Nora (2008)
concibe la memoria como la “vida encarnada” en cuerpos sociales que deam-
bulan entre el recuerdo y la amnesia. La memoria es, en el lenguaje de Maurice
Halbwachs, expresiones desde marcos sociales. Articulado sobre la premisa
de la “aceleración de la historia”, Pierre Nora argumenta que la composición
plural de la memoria (multisituada, emocional y reexiva) construye una ne-
cesidad (desde el Estado o ‘La Historia’) de posicionar la memoria ontopológi
-
camente, en espacios sociales que posibilitan su continuidad (como recuerdo).
La memoria, como producto social de marcos sociales, es parte de la es-
tructura material social adscrito a la arquitectura de la organización social.
Los “lugares de la memoria” más emblemáticos y reconocibles son los mo-
numentos, las estatuas y otros objetos que buscan, mediante su presencia, no
solamente traer el pasado al presente, sino mantener una perspectiva del pa-
sando en el presente. Así, Nora argumenta que las memorias “tienen raíces”
—son parte de un territorio (espacio-temporal)— y, consiguientemente, las
memorias habitan un espacio (Nora, 2008).
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Universitas-XX1, Revista de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Politécnica Salesiana del Ecuador,
No. 40, marzo-agosto 2024
La larga relación migratoria entre México y Estados Unidos ha construido
un campo migratorio histórico supranacional conformando un sin número de
“lugares de memoria”. Un migrante indocumentado en Estados Unidos está,
constantemente, navegando lugares de la memoria, como parte de la topogra-
fía social semiótica de la identidad. Su condición de indocumentación hace
que convive bajo ciertas limitaciones que, a su vez, amplica la reexividad
de la membresía depositada en prácticas de rememorar que constituye for-
mas, también, de hacer comunidad.
Estos factores construyen experiencias que encuentran raíces en los es-
pacios de su rememoración, como expresión heterofenomenológicas, sien-
do una de sus expresiones más emblemáticas la presencia, imagen y percep-
ción de “La Frontera”. Las experiencias “traumáticas” de migrar, en forma
no autorizado a EE. UU., atraviesan el campo migratorio binacional como
un hecho social que tiene el efecto, entre otros, de “teñir” la memoria cons-
truyendo un “lugar” social de memorias. La migrancia, por tanto, es una ex-
presión ontopológica.
Los espacios y lugares de la memoria de la migración mexicana indocu-
mentada se encuentran en las extensiones de los puntos de contacto de las
biografías sociales de los migrantes que “escapan a la historia” (Nora, 2008,
pp. 38-39). Son los murales chicanos de San Diego, los gratis de Los Án-
geles, las Casas de Migrantes en Tijuana, los barrios de Nueva York, entre
tantas otras “edicaciones” de la memoria como extensiones del recuerdo
histórico de ser y recordarse. Estas expresiones son representaciones onto-
pológicas de la migrancia y de la experiencia de la memoria de “ser” un tipo
de migrante. Los lugares de la memoria no solamente residen en los espacios
de la dialéctica de lo subjetivo y objetivo, sino que encuentran aliento, tam-
bién, en y entre las expresiones topográcas “simples y ambiguo”, como en
sus articulaciones “naturales y articiales”.
Por ejemplo, Leo Chavez (1992) es claro en demostrar cómo migrantes
indocumentados que trabajan en el sector agrícola del sur de California, se
encuentran en un “entre espacio” de signicancia por habitar dos espacios
mutualmente excluyentes: (i) uno relativo a la esfera del campo laboral y
otro (ii) relativo al campo social no laboral. Así, Leo Chavez observa como,
por un lado, cuando estos trabajadores mexicanos migrantes indocumentados
están en el campo laboral, ellos suelen ser tratados con valoración y aprecio.
No obstante, cuando se dislocan al campo social no-laboral, las experiencias
son más diversas y dispersas y ellos suelen ser el objeto de valoraciones ne-
61
Renato de Almeida Arao-Galhardi. De “migrancy” a migrancia
gativas. El antropólogo americano resalta que, en el campo social no-laboral
suelen aparecer las percepciones de que son “temidos, hasta despreciados”
y, en ciertos ámbitos, vistos como “sucios, plagados de enfermedades, amo-
rales y capaces de cualquier acto desesperado o repugnante” (Chavez, 1992,
p. viii; traducción mía). La separación de estos “espacios” por una frontera
simbólica del ocio, separa las emociones y las percepciones de campos so-
ciales. Los espacios se vuelven signicativos (Halbwachs, 1925/2004) y lu-
gares de la memoria (Nora, 2008).
Reexiones nales
Teorizar sobre epistemología y metodología del análisis migratorio no es
apenas un asunto caprichoso, sino que resulta esencial para mantener una vi-
gilancia epistémica e interpelar la realidad desde nuestras diversas posturas.
Los conceptos, como el concepto de “migrancia” que propongo aquí, busca
reconocer las historias vivenciales de experimentar la migración. Busca poner
en primer plano las formas de sentir la migración, alejándose de matices que
describen el migrante como un producto de circunstancias, apenas reaccio-
nando a su estructura, sin cuerpo, ni nombre, ni deseos, ni sueños. Tomando
en serio la llamada de Janine Dahinden de “desmigrantizar” el análisis mi-
gratorio, se vuelve importante, como he buscado demostrar aquí, recuperar
voces desde otras disciplinas, que permiten “ver” de otras formas. Esta labor
es, a la vez, un producto de incorporar una sensibilidad ontopológica, como
también una reexividad heterofenomenológico.
Las condiciones derivadas de las conuencias de factores como: (a) ser
migrante, (b) indocumentado, (c) mexicano, (d) hombre y (e) adulto —ca-
racterísticas prevalecientes del grupo de estudio de Chavez (1992)— se po-
sicionan como las valencias de ser y pertenecer al campo social congu-
rando la esencia de la migrancia de estos migrantes. “Sus objetivos” —de
estos migrantes indocumentados en Estados Unidos— describe Chavez, “es
sobrevivir, no hacerse ricos o feliz” (Chavez, 1992, p. ix). La memoria que
reside en el cuerpo edica la identidad de la misma forma que la identidad
conforma la memoria.
Las experiencias —vividasde la migración son depositadas en una ar-
quitectura memorial que alimenta las narrativas biográcas, culturales, po-
líticas y sociales del sujeto y estructuran las formas de ser en el mundo: ser
62
Universitas-XX1, Revista de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Politécnica Salesiana del Ecuador,
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en el mundo es recordarse en el mundo. La experiencia vivida es parte de
la performatividad de la interacción y parte de “estar en el mundo” e incor-
porada como propiedad indivisible de cualquier individuo. De cierto modo,
somos por nuestras experiencias. Por lo tanto, la experiencia vivida no pue-
de analizarse como una parte aislada, sino que es parte de una conguración
interrelacionada de un todo. Es solamente mediante el todo que se puede des-
cubrir el “impacto” de la experiencia vivida. El signicado atribuido a una
experiencia vivida es algo corporal; que atraviesa el cuerpo y, es “parte” del
cuerpo. Como expresión ontopológica, la migrancia —como experiencia de
la migración— se ubica “con raíces” en el espacio del cuerpo; en su expre-
sión de “cuerpo-mundo”.
El cuerpo, por tanto, es parte de la cartografía de las expresiones que es-
tructuran y orientan la experiencia vivida. Como punto sustantivo, Russell
Ferguson (1990) armó, hace más de tres décadas, que “ya no se puede to-
mar la blancura, la masculinidad o la heterosexualidad como el paradigma
omnipresente, simultáneamente centro y límite” (p. 10; traducción mía) en
las ciencias sociales y esto aplica a los estudios de la migración. Hay que re-
cordar, reexiva, crítica y analíticamente, que las narrativas no están ausen-
tes de valores; toda narrativa es política (de Fina, 2017). En consecuencia,
el cuerpo también es político, por lo tanto, lo que decimos importa y, cómo
lo decimos, quizás aún más.
Por lo tanto, el análisis de la migrancia se hace factible y viable siempre
que se adopte una perspectiva interseccional desde la fenomenología feminista,
que posibilita articular la experiencia de la migración a través de, al menos,
tres grandes dimensiones sociales: etnia, clase y género, todos componentes
estructurantes de las formas de experimentar la realidad y en consecuencia,
incisivos en indagar las formas en que los migrantes viven la experiencia de
la migración. La migrancia, entendida como “el producto social (inacaba-
do) del proceso social de la experiencia migratoria, heterofenomenológica-
mente expresada y ontopológicamente situada” recupera el sujeto, visibiliza
el cuerpo y devuelve agencia al migrante. Sus experiencias importan; cómo
contamos estas experiencias importan. La migrancia importa.
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Renato de Almeida Arao-Galhardi. De “migrancy” a migrancia
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