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Christian Cruz-Meléndez. La manipulación de la evidencia de políticas públicas
se vive en la era de las tecnologías digitales, el Internet, las redes sociales,
los teléfonos inteligentes, y la Inteligencia Articial (incluida la IAG). Con
estas tecnologías, se empezó a derrumbar el monopolio de la información
por parte de medios tradicionales como televisión, radio y prensa escrita, y
“el periodista ha dejado de tener el monopolio en la intermediación entre un
acontecimiento y su relato. El periodista y su empresa ya no son los únicos
que tienen las herramientas para construir y divulgar noticias” (Espiritusanto,
2011, p. 8). Con las tecnologías accesibles para todos, ahora es fácil generar y
difundir contenido con diversas intenciones, incluso para causar daño social.
En la era digital, la manipulación de información se facilita, permitiendo que
los ciudadanos se conviertan en prosumidores, creando y compartiendo con-
tenido para debatir y analizar problemas públicos (Lastra, 2016).
Los medios digitales han facilitado la participación ciudadana en la de-
nuncia de problemas públicos, permitiendo compartir información de forma
inmediata y global. Sin embargo, la democratización de la información tam-
bién conlleva el riesgo de manipulación, un fenómeno que, aunque ampli-
cado por las tecnologías, no es nuevo, por ejemplo, es posible subir videos,
fotografías o cualquier material falso, manipulado o descontextualizado, para
“construir narrativas verosímiles de hechos falsos” (Bañuelos, 2020, p. 54).
En un principio los deepfakes se centraban en celebridades, políticos y
líderes económicos (Westerlund, 2019), sin embargo, su uso ha escalado a
hechos incluso delictivos como la extorsión, difusión de datos personales,
violación a la intimidad, fraude, violación a derechos de autor, y distorsio-
nar procesos democráticos (Ramos-Zaga, 2024), a lo que se le puede sumar
manipular evidencia para el diseño de políticas públicas. En este sentido, Ar-
guelles (2023) apunta que a la IAG se le puede dar un mal uso lo que provo-
caría un equivocado análisis del problema y de las subsecuentes fases de la
política; también se pueden subestimar o sobrestimar los problemas públicos
generando una agenda de gobierno distorsionada, en consecuencia, la per-
sistencia o agravamiento del problema real. En Internet y las redes sociales
es constante encontrar materiales multimedia que evidencian supuestamente
un problema público, como pueden ser videos de personas que caen en ba-
ches llenos de agua durante una transmisión televisiva en vivo; o entrevistas
a supuestos damnicados de un desastre natural; también videos de personas
nadando o navegando en lanchas después de una fuerte lluvia. De esta for-
ma, los deepfakes tienen el potencial de distorsionar la realidad, información
y evidencia en políticas públicas, lo que se aborda en el siguiente apartado.