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Sophia 37: 2024.
© Universidad Politécnica Salesiana del Ecuador
ISSN impreso:1390-3861 / ISSN electrónico: 1390-8626,
Fundamentos losócos para una pedagogía de la cultura
Philosophical foundations for a pedagogy of culture
cuestiones: primero, de la tribu a la que los miembros de la comunidad
pertenecían y, segundo, del espacio geográfico que dicha tribu ocupaba
en el entorno. Lo relevante de este ejemplo es que, según lo reportado por
el neokantiano, dicha división ocurría en virtud de un auténtico proce-
so cultural, pues la delimitación territorial ocurría como el resultado de
“poner un bastón en el suelo, en dirección exactamente este. Tal bastón
dividía todo el espacio en dos mitades, superior e inferior, norte y sur, una
de las cuales designaba como lugar del grupo krokitch, y la otra como el
grupo gamutch” (Cassirer, 1975, p. 31).
Si bien el ejemplo resalta los rasgos propiamente etnográficos (pues
describe los procesos de organización social de grupos aborígenes austra-
lianos), al mismo tiempo resalta las condiciones lógicas generales desde
los que parten los contenidos educativos de este grupo. Cada comunidad
era responsable de transmitir a las nuevas generaciones los limites es-
paciales definidos entre los representantes de cada grupo, pero no solo
ello, asociar, también, a cada espacio, las tareas, funciones y costumbres
propios de cada grupo. Cada tribu respondía a una cosmovisión religiosa
única, asociada a un sistema totémico y ritualístico propio que debía ser
respetado y promovido entre las nuevas generaciones, haciendo que cada
grupo fuese responsable de impulsar un modo de vida propio y vinculado
a la visión particular de cada región geográfica (Cassirer, 1975, pp. 31-33).
Este caso, propuesto por Cassirer (1975), manifiesta de un modo
práctico la visión pedagógica a la que Natorp (1975, p. 110) se refería
cuando decía que todo acto educativo era, en esencia, una actividad cul-
tural. No existe actividad alguna que pueda mantenerse y considerarse
como una expresión representativa de una comunidad sin gozar de un
proceso formativo que describa su proceso de enseñanza y apropiación
por parte de la comunidad. Para Cassirer (1975), casos como el de la tri-
bu australiana previamente mencionado, manifiesta que en estos grupos
aborígenes: “Todo se halla fijado por la estructura mito-sociológica de la
imagen del universo de modo tan preciso, que no solo se equipara a las
prescripciones y las leyes escritas, sino que en cuanto a fuerza obligatoria
inmediata las supera con mucho” (p. 35). Como se aprecia en esta cita
anterior, la cosmovisión general constituida por la comunidad, aún bajo
modalidades míticas, se traducen en la base y molde a través del cual se
regulan todas las acciones de estructuración social, política, religiosa, ar-
tística y, podemos agregar, pedagógica, ya que toda forma de proceder se
supedita a una visión general de mundo.
Estas mismas ideas las vemos ampliadas y profundizadas en el se-
gundo volumen de la FFS dedicado a El pensamiento mítico, donde el