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Lenguaje y hermenéutica: implicaciones para la docencia

Language and hermeneutics: implications for teaching

Darwin Joaqui Robles (1]
Universidad San Buenaventura, Colombia
Dorys Noemy Ortiz Granja [2]
Pontificia Universidad Católica del Ecuador, Ecuador

Lenguaje y hermenéutica: implicaciones para la docencia

Sophia, Colección de Filosofía de la Educación, núm. 20, 2016

Universidad Politécnica Salesiana

Recepción: 15 Marzo 2016

Aprobación: 05 Mayo 2016

Resumen: El artículo plantea una reflexión acerca del lenguaje, la hermenéutica y sus implicaciones para el proceso educativo, tomando como base las ideas y la perspectiva de Hans-Georg Gadamer, las cuales son analizadas en primer lugar, para luego establecer relaciones entre los conceptos abordados. Esta reflexión tiene como objetivo comprender el lenguaje, aclarar su naturaleza hermenéutica y entender sus implicaciones en la docencia, donde las personas tienen dificultades para entenderse mutuamente debido a las diversas connotaciones que pueden tener las palabras. Esta reflexión es importante ya que en un proceso educativo, los docentes deben considerar los aspectos verbales y no verbales del lenguaje, que pueden tener connotaciones diferentes para sí mismos y para los estudiantes. Este tema es de actualidad ya que la pedagogía se orienta hacia una propuesta dialógica y de mayor interacción entre docentes y estudiantes por lo que se pretende argumentar que las personas requieren articularse en el lenguaje, para alcanzar una mutua comprensión de un tema determinado. El texto se divide en tres apartados: el primero aborda la cuestión del lenguaje como experiencia del mundo considerando que la expresión oral es un reflejo del mundo; el segundo analiza el lenguaje como centro y su estructura especulativa, en el que se aborda la cuestión de la conformación del habla articulada y su relación intrínseca con la escucha y el tercero, trata el aspecto universal de la hermenéutica, en el cual se aborda el tema de la interpretación inherente al lenguaje; todos estos elementos se vinculan con la educación. El artículo termina con ciertas conclusiones respecto a los temas tratados.

Palabras clave: Gadamer, lenguaje, comprender, hermenéutica, docencia.

Abstract: The article proposes a reflection on language, hermeneutics and its implications for the educational process, on the basis of the ideas and the prospect of Hans-Georg Gadamer, which are analyzed in the first place, then to establish relations between the concepts discussed. This reflection aims to understand the language, elucidate their hermeneutical nature and understand its implications in teaching, where people have difficulties to understand each other due to the various connotations that may have the words. This reflection is important since in an educational process, teachers should consider the verbal and non-verbal aspects of language, which may have different connotations for themselves and for the students. This topic is relevant because pedagogy orients itself towards a proposed dialogic and more interaction between teachers and students for what is meant to argue that people need to articulate itself in the language, to achieve a mutual understanding of a particular topic. This topic is topical as pedagogy orients itself towards a proposed Dialogic and more interaction between teachers and students for what is meant to argue that people need to articulate itself in the language, to achieve a mutual understanding of a particular topic. The text is divided into three sections: the first deals with the question of language as an experience of the world considering that oral expression is a reflection of the world; the second examines language as center and its speculative structure, which deals with the question of the formation of articulated speech and its inherent with the listening and the third relationship, is the aspect of universal hermeneutics, which deals with the issue of the inherent to language interpretation; all these elements are linked to education. The article ends with certain conclusions with respect to the topics addressed.

Keywords: Gadamer, language, understand, hermeneutics, teaching.

Forma sugerida de citar:

Joaqui Robles, Darwin & Ortiz Granja, Dorys Noemy (2016). Lenguaje y hermenéutica: implicaciones para la docencia. Sophia: colección de Filosofía de la Educación, 20 (1), pp. 159-176.

Introducción

Este artículo aborda el tema del lenguaje y la hermenéutica y sus implicaciones para la docencia. Se usa como base la propuesta de Gadamer referente al lenguaje como horizonte de una ontología hermenéutica y se enriquece con las ideas de otros autores como Watzlawick y Roldán sobre la comunicación y Piaget y Ausubel respecto a la educación.

El objetivo es comprender el lenguaje como experiencia del mundo, aclarar su naturaleza desde una perspectiva hermenéutica y entender sus implicaciones en la docencia.

Se considera que la educación es un aspecto importante en el contexto actual; resulta imposible que una persona permanezca analfabeta, ya que pierde una gran cantidad de información, de conocimientos y de oportunidades en el mundo que la rodea. En el contexto educativo, siempre van a existir personas que enseñan y otras que aprenden: docentes y estudiantes.

Estas personas se ven confrontadas a dificultades para comprenderse mutuamente en el entorno académico, debido a las diversas connotaciones que pueden tener las palabras; existen aspectos que pueden ser interpretados de diversas formas y la falta de acuerdo en esta interpretación puede conducir a confusiones y desacuerdos que solo redundan en la ausencia de entendimiento acerca del tema y, peor aún, en la pérdida de información, de conocimiento o, específicamente, de una materia por parte del estudiante.

Otra dificultad que se genera es la falta de comunicación y de diálogo entre docentes y estudiantes lo que impide la creación del ambiente adecuado para que el aprendizaje se lleve a cabo (Bisquerra, 2012).

Debido a estas consideraciones, la reflexión acerca del lenguaje y de la hermenéutica es importante puesto que en todo proceso educativo, a los docentes les incumbe considerar los elementos verbales y no verbales del lenguaje, que pueden tener connotaciones diferentes para sí mismos y para los estudiantes. Es necesario que los dos sujetos implicados en el hecho educativo presten atención a estos aspectos, debido a su influencia en la mutua comprensión y en la necesaria articulación que se requiere para que el aprendizaje pueda darse.

Este tema es de actualidad ya que la pedagogía ha superado, en gran medida, las antiguas prácticas en las que el docente dictaba la clase de forma magistral; para orientarse a una cátedra que se basa en una mayor interacción entre docentes y estudiantes, lo cual vuelve predominante el diálogo, cuya base esencial es el lenguaje. Debido a esto, es necesario conocer su estructura, su lado especulativo y la hermenéutica implicada, para entender de mejor manera las dificultades que aparecen en la comprensión que los estudiantes tienen acerca de un tema dado; así como también, las discrepancias en la relación entre docentes y estudiantes.

Con esta reflexión se pretende argumentar y sostener la idea de que las personas requieren articularse en el lenguaje, para alcanzar una mutua comprensión de un tema determinado.

La reflexión se realiza de forma analítica, descomponiendo los elementos del lenguaje y la hermenéutica para conocerlos de mejor manera; luego, se establecen relaciones entre ambos y con la educación, lo cual facilita la comprensión del tema.

El texto se divide en tres apartados: a) el lenguaje como experiencia del mundo, en el que se considera que la expresión oral es un reflejo del mundo, no se puede separar de la experiencia hermenéutica y estructura historias, todos son aspectos que favorecen la coordinación de las personas; b) el lenguaje como centro y su estructura especulativa, en el que se aborda la cuestión de la conformación del habla articulada y su relación intrínseca con la escucha y c) el aspecto universal de la hermenéutica, en el cual se trata el tema de la interpretación inherente al lenguaje; todos estos elementos se vinculan con la educación. El artículo termina con ciertas conclusiones respecto a los temas tratados.

El lenguaje como experiencia del mundo

Para Gadamer:

[…] las lenguas son productos de la «fuerza del espíritu» humano. Allí donde hay lenguaje, está en acción la fuerza lingüística originaria del espíritu humano, y cada lengua está en condiciones de alcanzar el objetivo general que se intenta con esta fuerza natural del hombre (Gadamer, 1993, p. 275).

Desde siempre, el ser humano buscó manifestar su espíritu y lo consiguió a través de diversos medios tales como la pintura, la poesía y la música; tuvo la necesidad de comunicarse, de entrar en contacto con otras personas, de hacerse entender y, el lenguaje apareció como la mejor respuesta evolutiva a esta exigencia. Así lo muestran las tres teorías que explican su origen (Campillo y García, 2005) como son: la gestual, la cognitiva y la social.

La teoría gestual describe que el origen del lenguaje está en la mímica; los primeros seres humanos comunicaron sus ideas a través de los gestos. Se diferencia de la teoría cognitiva que ubica el origen del lenguaje en el desarrollo cognoscitivo del ser humano, quien buscó transmitir ideas y pensamientos para coordinar esfuerzos en pro de un objetivo común; en consecuencia, la mediación a través del lenguaje es un factor importante para mantener relaciones con otras personas. Esta es la razón por la cual, se da más énfasis a la teoría social, que acentúa la necesidad de articulación entre individuos y de comprensión mutua entre ellos, necesaria para el desarrollo cultural y social. El lenguaje permite un:

Tipo de coordinación social que posibilita que cada hecho pueda ser estructurado como una historia […] dispara la capacidad de conectar a integrar un conjunto de elementos vivenciales ya ocurridos con un tema, que consta de un inicio, un desarrollo y un final. Con el uso del lenguaje, lo acontecido se “despega” de la contingencia de la experiencia inmediata y se hace posible separar en cada experiencia dos tipos de contenidos: el afectivo y el informativo (Balbi, 2004, p. 323).

El lenguaje, entonces, aparece como elemento que facilita la narración de las historias personales lo cual facilita, a la postre, la articulación entre personas y la construcción de los aspectos sociales y culturales de la humanidad:

Valorar la experiencia inmediata según categorías definidas de verdadero-falso, feo-bello, ilusión-percepción, correcto-erróneo, etcétera; son categorías que aparecen con el pensamiento conceptual y que permiten hacer de filtro para poder empezar a valorar y clasificar la experiencia inmediata (Guidano, 1999, p. 27).

Sin embargo, cada lengua tiene una forma particular de connotar el mundo y un desarrollo propio que responde a las diversas experiencias y condiciones que los seres humanos tienen. En consecuencia, la forma que adquieren los lenguajes y el contenido que transmiten no pueden separarse de la experiencia hermenéutica, en la medida en que el lenguaje es un reflejo del mundo (Gadamer, 1993).

Dos lenguajes representan dos mundos distintos, puesto que los organizan de forma diferente y con connotaciones disímiles; cuando una persona aprende otro lenguaje se enfrenta con esta dificultad: puede acercarse a dicho mundo y conocerlo sin comprenderlo del todo, puesto que no tiene todo el bagaje cultural y original del nativo hablante y siempre, lo captará a partir de su propio lenguaje. Gadamer lo explica mejor, cuando afirma:

Aprender una lengua es ampliar lo que uno puede aprender. Sólo en el nivel de reflexión del lingüista puede este nexo adoptar la forma bajo la cual se entiende que el éxito en el aprendizaje de una lengua extraña ‘no se experimenta en forma pura y perfecta’… El ejercicio de esta comprensión es siempre al mismo tiempo un dejarse captar por lo dicho, y esto no puede tener lugar si uno no integra en ello «su propia acepción del mundo e incluso del lenguaje» (Gadamer, 1993, p. 277).

Estas cuatro ideas: el lenguaje como articulación entre seres humanos, como reflejo del mundo, su imposibilidad de separarse de la experiencia hermenéutica y su posibilidad de estructurar historias separándose de la experiencia inmediata, también permean la educación.

El lenguaje como articulación: docentes y estudiantes poseen dos lenguajes diferentes, fruto del propio conocimiento que tienen del mundo que los rodea; necesitan articularse en un encuentro que puede ser de mutuo descubrimiento o puede llevar a un desencuentro. En el primer caso, una articulación positiva del lenguaje contribuye a la co-creación de una realidad común que es válida para ambos participantes del proceso; en el segundo caso, el acoplamiento se vuelve imposible y dificulta el proceso de aprendizaje.

El lenguaje como reflejo del mundo: el ser humano usa el lenguaje para describir el mundo que le rodea; esta descripción esta matizada por ideas y concepciones previas. El lenguaje no manifiesta la esencia de las cosas sino sus características (Gadamer, 1993); razón por la cual, es importante que docentes y estudiantes se den cuenta que sus descripciones pueden diferir, ya que ambos provienen de recorridos diferentes; tienen concepciones previas y experiencias que marcan sus discursos; ambos requieren hacer esfuerzos para articular sus lenguajes, en el interés de alcanzar un mutuo entendimiento, tanto a nivel personal como de la materia que se trate; solo así, se puede lograr un aprendizaje significativo (Ausubel, 2002).

El lenguaje está íntimamente vinculado a la experiencia hermenéutica: se trata de una característica asociada a la anterior; el ser humano expresa sus ideas – pensamientos en el lenguaje pero éstas y éstos, siempre están matizadas por experiencias y conocimientos previos, lo que posibilita múltiples interpretaciones. Docentes y estudiantes deben entender esta posibilidad, ya que lo dicho por uno puede ser entendido de forma diferente por el otro. De ahí, la permanente necesidad de metacomunicar (Watzlawick, Beavin, & Jackson, 1981) respecto al aprendizaje que se produce, con la finalidad de adaptar, cada vez más certeramente, las estrategias para lograrlo.

La posibilidad de estructurar historias separándose de la experiencia inmediata: esta característica determina que la experiencia humana se articule en dos niveles distintos: en sí misma, en cada persona que narra una historia particular; pero también en la posibilidad de una re-organización temática: los seres humanos narran historias para sí mismos y para los otros, gracias a las cuales, cada experiencia adquiere un significado específico y particular.

En la docencia, la narración particular que hacen los docentes y los estudiantes contribuye a la mutua construcción de los conceptos que están revisando y también, lo que es más importante, a una mutua reorganización de sí mismos, en su identidad particular (Linares, 1996). Esta reorganización, cuando se ha dado, contribuye a un encaje mutuo que favorece una relación adecuada para alcanzar el aprendizaje positivo.

Las ideas expuestas hasta este momento conducen a la concepción de que “el lenguaje es humano desde el inicio” (Gadamer, 1993, p. 277). El ser humano está dotado de esta herramienta y gracias a ella, tiene un “mundo” que puede denominar, transmitir, representar, constituir de forma lingüística y narrar de forma histórica, facilitando su mutuo encaje (o no) con las historias de otras personas.

El lenguaje está íntimamente ligado a la experiencia del tiempo; incluso en su estructura gramatical y sintáctica existen “tiempos verbales” que dan cuenta de un devenir: “El tiempo humano es siempre algo narrado, así como las narraciones son reveladoras de la condición temporal de la experiencia subjetiva” (Balbi, 2004, p. 315).

El ser humano construye y representa el mundo subjetivo interno a través del lenguaje; esta construcción y representación es diferente según se trate del español, el alemán o el francés, puesto que cada lengua tiene una estructura particular; sin embargo, cada idioma contribuye a una construcción particular, en “la que la persona piensa de modo distinto en idiomas diferentes” (Myers, 2006, p. 409).

Similar circunstancia ocurre en la educación: el profesor y el estudiante tienen lenguajes diferentes; es el docente quien acerca el conocimiento al estudiante; la única posibilidad de hacerlo es a través del lenguaje específico de cada ciencia. El estudiante capta las particularidades de dicho lenguaje y las integra en su psiquismo (Piaget, 2007) de tal forma que le sean útiles, ya sea para su saber, su hacer, su conocer o su ser, logrando con ello un aprendizaje significativo (Ausubel, 2002).

Esta construcción se lleva a cabo en una relación cercana con el entorno en el que se desenvuelve el estudiante, tal como lo propuso Vygostky (Rice, 2010) al señalar que el pensamiento aparece primero en el mundo social gracias al lenguaje y luego surge en el mundo mental. De igual manera, también se realiza en el proceso educativo, puesto que el estudiante se relaciona con el docente en una interacción continua, gracias a la cual, se da un intercambio de ideas y pensamientos respecto a un tema en particular, lo que contribuye a que el estudiante asuma poco a poco el lenguaje del área que estudia.

Así como el ser humano está en filiación respecto a su entorno e interactúa con él para comprenderlo de mejor forma; también lleva en sí mismo, las marcas de ese entorno lingüístico en el que se mueve desde su nacimiento. De esta manera, se ratifica la función del lenguaje en la formación de cada persona, que asimila el mundo gracias a lo que los demás dicen de él y de sí mismos (Piaget, 1976). El lenguaje es constitutivo de cada ser humano, pues contribuye a formar y consolidar su estructura psíquica.

Sin embargo, cada persona tiene una relativa libertad frente a dicho entorno puesto que puede elevarse por encima de los condicionamientos propios que el mundo le impone y proponer diversas significaciones de las cosas existentes, así como también variadas interpretaciones o formas de “leer” dicho mundo, gracias a su variedad lingüística, ya que la “narrativa se ocupa de las vicisitudes de la intencionalidad” (Balbi, 2004, p. 314).

Es posible pensar en la existencia de una diversidad de “lenguajes” como el de las matemáticas, la química, la filosofía, la música o la poesía, que permiten una variedad de formas de comprensión del mundo y, por lo tanto, impulsan a los seres humanos más allá de sus condicionamientos lingüísticos particulares:

Para el hombre el lenguaje no es sólo variable en el sentido de que existan otras lenguas que puedan aprenderse. Es variable en sí mismo, en cuanto que ofrece diversas posibilidades de expresar una misma cosa. Incluso en casos de carencia, como en los sordomudos, el lenguaje no es verdadero lenguaje expresivo en gestos sino una copia sustitutiva del lenguaje fónico articulado, a través de un lenguaje de gestos que posee la misma articulación (Gadamer, 1993, p. 278).

El lenguaje contribuye a la denominación de las cosas; así, el niño pequeño, desde su más tierna infancia aprende la forma de designarlas (Papalia, Wendkos, & Duskin, 2005); de este proceso, se desprende naturalmente, la objetividad del lenguaje; cuando una persona denomina las cosas, alcanza cierta distancia respecto a ellas y, en consecuencia, puede describirlas a otras personas.

Este proceso es básico para la formación de una persona; todo aprendizaje se basa, en general, en la misma secuencia: la primera denominación, luego la combinación de conceptos, enseguida su manipulación para llegar a la experticia necesaria. Algo similar ocurre en la educación, en la que el contacto inicial del estudiante con un lenguaje nuevo, propio del campo de estudio específico, implica una denominación de las cosas de tal forma que haya un cierto grado de consenso en ellas, para poder alcanzar una comprensión acerca del tema que se aborda.

Así, el lenguaje favorece la formación de los estudiantes ya que gracias a él, las personas comunican los diversos aspectos del mundo (interno y externo) y esto contribuye al desarrollo de cada uno:

El lenguaje sólo tiene su verdadero ser en la conversación, en el ejercicio del mutuo entendimiento… Este entendimiento no es un mero hacer, no es una actuación con objetivos como lo sería la producción de signos a través de los cuales comunicar a otros mi voluntad (Gadamer, 1993, p. 278).

En consecuencia, es dable pensar que el lenguaje solo es tal cuando permite este intercambio que favorece la comprensión entre individuos. Aquí se revela, su verdadera naturaleza, en cuanto medio para entrar en contacto con el otro: “Es un proceso vital en el que vive su representación una comunidad de vida… Sin embargo, el lenguaje humano debe pensarse como un proceso vital particular y único por el hecho de que en el entendimiento lingüístico se hace manifiesto el ‘mundo” (Gadamer, 1993, p. 278).

Entonces, si el entendimiento en el lenguaje es la base para la comprensión humana, cabe pensar que toda comunidad de vida, como puede ser el caso de la colectividad educativa, también es una unidad lingüística (Gadamer, 1993) cuya finalidad es alcanzar ese mutuo entendimiento respecto al tema o cuestión de estudio, ya que “identidad y narrativa son productos históricos, resultado directo de la relación del sujeto con la sociedad a lo largo de las etapas del ciclo vital y, como tales, reúnen material procedente de la experiencia acumulada” (Linares, 1996, p. 28).

Aun cuando el mundo lingüístico es diverso en el momento actual, tanto en lenguajes como en temas particulares; sin embargo, comparten el elemento común de que representan el mundo y, en consecuencia, todos los seres humanos pueden acceder a su comprensión sobre la base de un lenguaje compartido (Vergara, 2011).

De esta manera, otros mundos pueden ser conocidos cuando se accede a su lenguaje particular: cuando existe expresión, es posible la comunicación y la comprensión. Es así por ejemplo como dos personas, un docente y un estudiante, que también tienen lenguajes diferentes, fruto de sus propios mundos, comienzan a conversar, lo que puede conducirlos a un mutuo entendimiento o a dificultades si los “mundos” expresados, chocan en sus formas de comprender las situaciones que enfrentan.

El intercambio lingüístico se convierte en una incursión en otros mundos lingüísticos lo cual no significa la exclusión del propio, más bien puede ser una ampliación; así, el estudiante integra en su acervo mental y afectivo nuevas denominaciones que tienen significados diversos y que le permiten organizar el nuevo mundo al cual está accediendo.

Sin embargo, el lenguaje también condiciona la expresión de la experiencia vital de un ser humano; Gadamer (1993, p. 281) afirma que “En el lenguaje se hace claro lo que es real, más allá de la conciencia de cada uno”; y explica esta situación cuando hace referencia a la denominación usada en la mayoría de lenguajes respecto a la “puesta del sol”. Científicamente se sabe que el sol “no se pone” en realidad; pero se expresa así de manera verbal, la cual contradice la realidad.

El lenguaje se adapta a los diversos cambios que la sociedad impone, se trata de una entidad que se acomoda a las condiciones de la sociedad actual y que influye, a su vez, en dichos cambios; resulta imposible salir de este mundo puesto que cada persona es parte de él; las explicaciones y descripciones acerca de la naturaleza y el ser humano están condicionadas por el lenguaje: se trata de una experiencia única y total.

Solo es posible tener un atisbo de una forma diferente de comprender el mundo; es decir, un leve momento de “salir fuera” cuando se aprende otro idioma (Gadamer, 1993), puesto que éste se estructura de forma diferente al propio y esto facilitará una acomodación lingüística que, pese a todos los esfuerzos, nunca será total, ya que los sutiles matices y derivaciones del idioma, siempre escaparán al hablante extranjero.

En consecuencia, los seres humanos nacen inmersos en una realidad denominada y significante en función del lenguaje usado. Una persona nativa de un lenguaje en particular, posee una forma de comprender el mundo que le rodea gracias a las palabras y conceptos que usa y a la tradición a la que pertenece. De esta manera, construye ideas – pensamientos y, posteriormente, teorías, en las que combina conocimientos provenientes de diversas ciencias, para así, explicar el mundo físico, social y cultural en el que vive. Similar proceso también se lleva a cabo en el contexto educativo: docentes y estudiantes denominan de forma diversa las ideas y experiencias que tienen, hasta alcanzar un mutuo entendimiento que facilite la comprensión entre ellos y del tema que analizan.

En los párrafos que anteceden se ha abordado la cuestión del lenguaje como experiencia del mundo: cada persona nace inmersa en una red lingüística particular y, luego, cuando aprende los conceptos e ideas, se vuelve parte de ella. Este lenguaje se manifiesta de forma articulada en el ser humano, en el cual, existe un sentido de pertenencia entre ambos: cada persona corresponde a lenguajes particulares y cada uno de estos pertenece a una persona específica.

Los lenguajes necesitan articularse de tal forma que se posibilite una mutua comprensión entre las personas para lograr un acuerdo sobre los hechos e ideas que se está analizando, con la finalidad de alcanzar un aprendizaje significativo. Este proceso requiere poner al lenguaje en el centro y entender su estructura especulativa.

El lenguaje como centro y su estructura especulativa

Los seres humanos se dicen palabras unos a otros y la unicidad de este sistema se mantiene en el hablar articulado. La estructura del lenguaje es la manifestación de sus contenidos lógicos que tienen una dimensión dialéctica como expresión de un conjunto de frases al cual, cada vocablo pertenece:

Cada palabra hace resonar el conjunto de la lengua a la que pertenece, y deja aparecer el conjunto de la acepción del mundo que le subyace. Por eso cada palabra, como acontecer de un momento, hace que esté ahí también lo no dicho, a lo cual se refiere como respuesta y alusión (Gadamer, 1993, p. 287).

Las palabras no se constituyen como entes aislados, adquieren sentido en la medida en que se combinan en frases, en las que cada letra tiene un lugar específico y definido para que la palabra pueda ser entendida; este esquema permite comprender la cuestión de la pertenencia: cada palabra corresponde a un grupo más amplio y se articula con él. Es importante buscar este grupo de pertenencia en discursos y narraciones que pueden surgir desde diversas fuentes: la ciencia, la cultura, el arte, la tradición.

Así, se establece una relación dialéctica entre lo planteado-escuchado y lo que cada persona es capaz de proponer en un momento dado y en un contexto particular, que siempre hace referencia a otros discursos y palabras señalados ya sea anterior o conjuntamente, ya que nadie hace un discurso en un vacío lingüístico.

Este aspecto se percibe claramente en la educación cuando el docente usa palabras, conceptos y teorías planteados por otros científicos, filósofos, artistas en momentos previos o sincrónicos. Lo escuchado por el docente, que luego repite para sus estudiantes y lo que éstos proponen en función de lo aprendido, forman parte de un entretejido de diversos hilos de un discurso que se retroalimenta uno al otro y con ello, contribuye a tejer el hilo del lenguaje humano:

El contenido de la tradición entra en juego y se despliega en posibilidades de sentido y resonancia, siempre nuevas y siempre ampliadas de nuevo por su nuevo receptor. Cuando la tradición vuelve a hablar, emerge algo que es desde entonces, y que antes no era… en cualquier caso lo que se trasmite aquí entra de nuevo en la existencia tal como se representa… vuelven a hablarnos en una nueva apropiación de la tradición, no hay un ser en sí que se va desvelando cada vez un poco más, sino que ocurre como en una verdadera conversación, que surge algo que ninguno de los interlocutores abarcaría por sí solo (Gadamer, 1993, p. 289).

Así, en el campo educativo, docentes y estudiantes comparten ideas y conceptos, contenidos particulares de cada ciencia que forman el acervo cultural y científico de la humanidad; cada persona hace una interpretación particular de estas ideas, para transmitirlas a su vez, en un momento dado, entretejiendo ideas pero también historias.

Existe aquí una íntima relación entre el hablar y el oír y volver a hablar. Se trata de un proceso circular de retroalimentación mutua, en el que es importante considerar el contexto en el que se produce, los actores del mismo y el mensaje que se transmite en un código particular (Watzlawick, Beavin, & Jackson, 1981). Para entender la comunicación humana, hay que considerar que el lenguaje, en tanto se expresa oralmente, llega a un interlocutor que escucha aquello que se dice y puede responder a su vez.

Se plantea así, una clara diferencia entre los sentidos de la vista y el oído, ya propuesta por Gadamer (1993): mientras que los seres humanos pueden cerrar los ojos para no ver aquello que sucede; resulta del todo imposible cerrar los oídos para no escuchar aquello que se dice; es verdad que la persona puede “hacerse de los oídos sordos” pero esto no impide el acto de escuchar (a menos claro que haya una deficiencia auditiva claramente establecida).

De esta manera, el lenguaje articulado, el que se puede escuchar, pone al descubierto la profundidad de las cosas ya que existe una clara diferencia entre lo que se dice y la forma en que se lo hace; aspecto que ha sido ampliamente trabajado por los teóricos de la comunicación humana (Watzlawick, Beavin, & Jackson, 1981) como la diferencia entre el contenido y la forma, hasta el punto de que los seres humanos pueden soportar casi cualquier contenido, dependiendo de la forma en que esté dicho.

El lenguaje articulado está compuesto por palabras y también por gestos, miradas, tonos de voz, posturas del cuerpo; esta es la razón por la cual, muchas de las tradiciones de los pueblos se transmiten de forma oral. El mensaje de la tradición llega a cada persona a través del lenguaje que es “escuchado” y puede dejarse interpelar por el mismo. El lenguaje hablado tiene matices en tonos y secuencias, imposibles de conseguir en el lenguaje escrito, además, de que se ve acompañado por toda una serie de gestos y movimientos que son difíciles de representar de forma escrita.

Los docentes deben prestar atención a esta doble característica del lenguaje: la oral y la gestual. La primera transmite información y la segunda transmite datos valiosos acerca de aspectos esenciales como estados de ánimo, posturas psicológicas, actitudes, motivaciones, etc., que el estudiante posee y que contribuyen a mejorar o dificultar el proceso de aprendizaje (Roldán, y otros, 2013).

Esta dualidad del lenguaje apoya el presupuesto de que es formativo y lo es, en los dos niveles señalados: cuando transmite información, puesto que se amplía el conocimiento que poseen los estudiantes; y también en la forma en que se dicen las cosas, ya que contribuyen a una mejor gestión de emociones y actitudes.

De igual manera, las historias y experiencias contadas pueden tener mucho mayor impacto dependiendo de la forma en que se lo haga; la historia de los pueblos, sus costumbres, mitos y leyendas, toda su riqueza cultural y científica, solo es posible percibirla en forma verbal: es posible leer un cuento pero éste adquiere otro sentido y otros matices cuando es narrado.

De esta forma, el lenguaje forma, ya que aquel que narra la historia, que cuenta una anécdota, que describe una teoría o analiza un concepto tiene que encontrar la mejor forma para hacerlo. Un buen docente comprende esto a lo largo de su experiencia y matiza su discurso con preguntas, invitaciones a participar sobre un tema particular, aclaraciones acerca de una idea difícil o explicaciones sobre un concepto determinado (Carretero, 2009).

De igual manera, el estudiante también expresa en el lenguaje verbal y en el analógico sus dudas e incertidumbres, sus preguntas y cuestionamientos, sus temores y ansiedades y encuentra aclaraciones, respuestas y nuevas ideas que contribuyan a su crecimiento personal y profesional; es decir, docente y estudiantes participan activamente en un intercambio dialógico que facilita la construcción del conocimiento de tal forma que pueda ser más fácilmente aprehendido (De Zubiría, 2014).

En consecuencia, el lenguaje tiene una estructura particular que se revela en forma dual: da cuenta de la información relevante que se analiza respecto a un tema específico, pero mucho más importante, señala la relación entablada entre dos personas; en este caso, se trata de docentes y estudiantes. Ambos engranan sus lenguajes de tal modo que puedan alcanzar niveles significativos de mutua comprensión, tanto de sí mismos como del tema que están tratando. En este proceso, adquiere notoria relevancia la interpretación que se haga de los dos niveles del lenguaje, por lo que se aborda la cuestión de la hermenéutica.

Lenguaje y hermenéutica

El significado de la palabra brota del valor situacional de las palabras; es decir, que el lenguaje nace en una interacción:

La vida del lenguaje consiste en la continuación ininterrumpida del juego que empezamos a jugar cuando aprendimos a hablar […] nadie fija el significado de una palabra y la capacidad lingüística no significa únicamente haber aprendido y saber utilizar los significados fijos de las palabra (Gadamer, 1992, p. 130).

Cuando dos personas conversan, hablan el mismo lenguaje, lo cual es necesario para alcanzar una cierta comprensión del tema que se esté tratando y de las acciones y reacciones de cada individuo presente en la interacción: “El ser y el mundo humano sólo existen en el lenguaje, ambos se dotan de sentido en una relación dialéctica, en la cual, el ser humano dota de sentido al mundo y, al tiempo, él mismo se humaniza en ese mundo al que ha dotado de sentido” (Arango, 2003, p. 41).

Sin embargo, cada persona también habla su propio lenguaje; razón por la cual, es necesario que un acuerdo se produzca para que haya comprensión mutua, ya que en la conversación, las personas se trasladan al mundo representativo del otro, de tal forma que se da una alternancia, hasta el momento en que comienza el juego del dar y tomar, lo cual constituye la verdadera conversación.

En esta búsqueda de acuerdo que se da en la conversación, el atender realmente al otro, implica validarlo como interlocutor y de ese modo atender e intentar entender lo que dice; sólo así, se puede colocar como meta el llegar al acuerdo en la cosa (Arango, 2003, p. 43).

Es importante considerar que el lenguaje tiene connotaciones distintas y permite un acceso a significados diversos; así, la experiencia hermenéutica enfrenta a docentes y estudiantes al desafío de mantenerse en caminos similares y no extraviarse cuando se escucha la voz de la tradición: el que escucha los textos debe mantener alejados ciertos elementos que pueden obstaculizar la comprensión de los mismos tales como la confusión en los términos usados, las traducciones deficientes acerca de las ideas de teóricos e investigadores que se han escrito en otros idiomas, las connotaciones diversas que ciertos términos tienen dependiendo del contexto en que se digan, etc.

Debido a esto, se considera que el lenguaje y la experiencia hermenéutica son especulativos ya que existen posibilidades infinitas planteadas por las palabras. El que desea hacerse comprender busca frases con las cuales hacerlo, que no son meros enunciados.

En el mismo sentido, la reflexión –fruto del lenguaje– también es especulativa, ya que no se traba en ideas fijas e inmutables, más bien cambia y se modifica con el pasar del tiempo, por lo que es importante diferenciar entre “hacer enunciados” y “decir lo que uno quiere decir” (Gadamer, 1993, p. 296). Los enunciados son construcciones que aparecen para ser usadas en determinados momentos. El enunciado:

Oculta con precisión metodológica el horizonte de sentido de lo que verdaderamente había que decir. Lo que queda es el sentido «puro» de lo enunciado. Esto es lo que pasa al protocolo. Pero en la medida en que ha sido reducido a lo enunciado, representa siempre un sentido ya desenfocado (Gadamer, 1993, p. 296).

En cambio, cuando una persona dice lo que quería decir, se mantiene una unidad de sentido que facilita la comprensión. De esta manera, se expresan aquellas cosas que, puede que nunca más se vuelvan a decir y se lo hace con una riqueza de expresión en la que la palabra expresa al conjunto del ser:

El que habla se comporta especulativamente en cuanto que sus palabras no copian lo que es, sino que expresan y dan la palabra a una relación con el conjunto del ser. […] Incluso en la realización más cotidiana del hablar se hace así patente un rasgo esencial de la reflexión especulativa: la inasibilidad de lo que sin embargo es la reproducción más pura del sentido (Gadamer, 1993, p. 294).

Estos elementos son muy importantes para la educación ya que, tal como lo advierte Gadamer (1993), las ideas e incluso las reflexiones son especulativas en determinado momento puesto que revelan el mundo interno de conocimientos, experiencias y expectativas de cada actor.

De igual manera, la interpretación no es objetiva puesto que se refiere a un texto construido en un momento particular, del cual se conoce poca información contextual; al igual que hace referencia a un mundo construido desde la propia comprensión que el intérprete hace del texto analizado: “es inasible en su propio ser, y sin embargo, devuelve la imagen que se le ofrece” (Gadamer, 1993, p. 297).

Aspecto clave para comprender los textos escritos que los estudiantes trabajan que, pese a ser construidos con ideas y conceptos de otros autores, siempre reflejan cierto grado de especulación, más o menos certera con referencia al tema que se analice. En este sentido, la hermenéutica revela su arista más importante, puesto que permite un acercamiento a la realidad del otro y una comprensión de los lenguajes usados, sin embargo, está sujeta a las condiciones particulares de aquel que hace la interpretación:

La interpretación tiene la estructura dialéctica de todo ser finito e histórico en cuanto que toda interpretación tiene que empezar por alguna parte e intentar superar la parcialidad que se introduce en ella con su comienzo. Hay algo que al intérprete le parece necesario que se diga y se haga expreso. En este sentido, toda interpretación es motivada y obtiene su sentido desde su nexo de motivaciones. Su parcialidad otorga a uno de los aspectos de la cosa una clara preponderancia, y para compensarla hay que seguir diciendo más cosas (Gadamer, 1993, p. 296).

La interpretación llega en otro momento diferente a aquel en el que el texto fue escrito o el mensaje dicho. La interpretación comienza donde el texto ha finalizado y la palabra ha concluido; constituye el punto de partida de una nueva comprensión:

Lingüisticidad y comprensión tienen una relación esencial que se muestra especialmente en la relación entre tradición y lenguaje, y que consiste principalmente en que la tradición existe en el medio que es el lenguaje; por lo tanto, si la comprensión se realiza por la interpretación y ésta a su vez en el lenguaje y, si la tradición se realiza también en el lenguaje, “el objeto preferente de la interpretación es de naturaleza lingüística” y ello conlleva consecuencias hermenéuticas (Arango, 2003, p. 44).

La interpretación no es una reproducción sino una re-creación en la cual, el lenguaje es medio y fin a la vez del proceso de re-construcción. El intérprete intenta asir aquello que ha sido dicho, pero lo hace desde otro marco referencial. Este juego permite la emergencia de una nueva forma de ver aquello sobre lo que se está reflexionando o planteando en el texto y, constituye un movimiento dialéctico que contribuye al surgimiento de otros planteamientos, sin atreverse a afirmar que son nuevas ideas, puesto que toda reconstrucción comparte una doble naturaleza: lleva algo de la tradición que ha sido matizado por una nueva capa de color (Vergara, 2011).

El lenguaje es un elemento crucial, en el que el mundo y el yo se reúnen e integran en una totalidad única. El lenguaje presenta una estructura especulativa, nomina las cosas y las vuelve accesibles a la comprensión pero al mismo tiempo, lo que se vuelve accesible se ha convertido en tal, gracias a que ha sido nominado, previamente, por ese mismo lenguaje.

Este aspecto conduce la reflexión hacia una valoración estética del lenguaje; contribuye a un acercamiento casi poético al tema, puesto que es posible relacionar la interpretación y el uso del lenguaje con el concepto de lo bello: “Lo bello en sí, igual que lo bueno en sí está por encima de todo cuanto es” (Gadamer, 1993, p. 300).

Lo bello “tiene luz propia” (Gadamer, 1993, p. 302): es la luz la que permite la distinción y apreciación de las cosas. De igual manera, se dice que “se hizo la luz” cuando hay una respuesta que ha sido encontrada o incluso se dice que “vio la luz” cuando alguien encuentra una salida en una situación difícil.

Esta misma metáfora se puede usar en la docencia puesto que el docente “ilumina” el mundo de sus estudiantes, “introduce luz” en la vida ajena, a través de las palabras, que facilitan la mutua comprensión entre ambos. Así, la luz permite alcanzar la belleza y Gadamer (1993) hace referencia incluso a la historia del Génesis, en la cual, se vincula la luz con la palabra, puesto que Dios habló por primera vez, cuando dijo “Hágase la luz” y la palabra tiene efecto creador, puesto que “la luz se hizo”. Pero también la reflexión de Gadamer (1993) alcanza el hecho de que todos los seres humanos comparten una “chispa divina” en su ser, a través de su historicidad, que es narrada, tanto a nivel individual como colectivo.

De esta manera, y con esta metáfora Gadamer (1993) sostiene que la experiencia hermenéutica es parte del campo de lo bello porque constituye una auténtica experiencia, saca a la luz aquello que estaba oculto en las sombras de un texto o de un mensaje.

Por lo tanto, la comprensión permite poner luz sobre la experiencia, puesto que vincula al que comprende con aquello que es comprendido en función del lenguaje y de la interpretación de lo sucedido. La hermenéutica favorece esta comprensión y, cuando se alcanza ésta, en forma certera, se la puede considerar como un acercamiento a lo bello:

Lo que nos sale al encuentro en la experiencia de lo bello y en la comprensión del sentido de la tradición tiene realmente algo de la verdad del juego. En cuanto que comprendemos estamos incluidos en un acontecer de la verdad, y cuando queremos saber lo que tenemos que creer, nos encontramos con que hemos llegado demasiado tarde. En consecuencia, es seguro que no existe comprensión libre de todo prejuicio, por mucho que la voluntad de nuestro conocimiento deba estar siempre dirigida a escapar al conjuro de nuestros prejuicios (Gadamer, 1993, p. 308).

Y con estas palabras se finaliza la reflexión acerca de la hermenéutica, destacando este rasgo de belleza que existe en la comprensión que se alcanza como fruto de un acercamiento a las demás personas, gracias al lenguaje.

Conclusiones

Se ha planteado el lenguaje como experiencia del mundo, es el medio por excelencia para lograr una articulación entre personas y también entre pensamientos. Se destaca así, sus características esenciales que contribuyen a describir y, en consecuencia, a asir las particularidades de la existencia del ser humano.

El lenguaje tiene una estructura particular lo que determina que cada idioma estructure la experiencia de forma distinta. Cosa similar ocurre con las diversas ciencias que también poseen enunciados distintos. Sin embargo, existe una mutua pertenencia entre sujetos y lenguajes, ya que unos aprenden palabras en idiomas específicos y así, estructuran también su experiencia y, a su vez, el idioma permite la interacción y comunicación entre las personas.

No se puede separar el lenguaje de la experiencia hermenéutica ya que el discurso tiene un nivel especulativo, razón por la cual, es importante alcanzar una correcta interpretación del mismo. Cuando esto se logra, las personas se acercan a una experiencia de belleza puesto que se ha captado y, mejor aún, se ha comprendido la experiencia de otra persona, aunque

Es seguro que no existe comprensión libre de todo prejuicio, por mucho que la voluntad de nuestro conocimiento deba estar siempre dirigida a escapar al conjuro de nuestros prejuicios…[…] Lo que no logra la herramienta del método tiene que conseguirlo, y puede realmente hacerlo, una disciplina del preguntar y el investigar que garantice la verdad (Gadamer, 1993, p. 308).

Todos estos elementos tienen consecuencias para la docencia, ya que docentes y estudiantes poseen lenguajes diversos; comprenden el mundo de forma diferente. Ambos protagonistas de este proceso deben acercarse mutuamente y considerar estas diferencias e interpretarlas de forma adecuada, para colaborar en la construcción de un diálogo productivo que facilite el aprendizaje.

Una parte importante de este proceso, es el arte de preguntar y responder de forma pertinente, de tal forma que surja un entramado conceptual válido para estudiantes y docentes, que facilite su mutua comprensión.

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Notas de autor

(1] Licenciado en Filosofía. Docente de la Universidad de San Buenaventura – Bogotá, Colombia.

[2] Psicóloga Clínica. Docente de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.

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