
Octavio Silvério de Souza Vieira Neto y Dra. Adriana Rocha Bruno
© Universidad Politécnica Salesiana, Ecuador
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1. Introducción
La pandemia de COVID-19 reveló y agravó
una crisis ecológica, ética, estética, política y eco-
nómica sin precedentes en nuestra sociedad, lo que
nos hizo prestar especial atención y darnos cuenta
de nuestras inconsistencias y debilidades. Ante la
necesidad vital de sobrevivir y realizar actividades
básicas, la crisis provocó la integración de nuevas
condiciones sociales como el uso de mascarillas, el
aislamiento social, el trabajo remoto, el mayor uso
de recursos móviles, la enseñanza híbrida que cam-
bió las formas de supervivencia, la convivencia, la
comunicación; así como la creación, apropiación y
difusión del conocimiento, impactando las propues-
tas de conocimiento y aprendizaje en el campo de las
Ciencias Humanas en general, y en el campo de la
Educación en específico.
Se evidenció la importancia de volver a la exi-
gencia de relevancia contemporánea de Nietzsche, lo
cual es el intento de “[...] comprender aquí, por pri-
mera vez, [...] por qué todos sufrimos una ardiente
fiebre histórica y, al mismo tiempo, al menos, debe-
ríamos reconocer que lo padecemos” (Nietzsche,
2017, p. 6). Para inferir sobre la contemporaneidad
“es necesaria una relación única con el tiempo
mismo, que se adhiera a él y, a la vez, se aleje de él”
(Agamben, 2009, p. 59). Ser contemporáneo, vivir y
relacionarse con la actualidad requiere distancia para
tener una mirada aguda. Porque “quienes coinciden
muy plenamente con el tiempo, quienes en todos
los aspectos se adhieren perfectamente a él, no son
contemporáneos porque, precisamente por eso, no
pueden verlo, no pueden mantener la mirada fija en
él” (Agamben, 2009, p. 59).
La carencia de distanciamiento que promueve
la actualidad provocó errores estratégicos y contra-
dicciones en el gobierno durante la pandemia. Esto
se evidenció cuando analizamos las instituciones
universitarias que sufrieron bajo un franco ataque
político, económico y mercantilizado al capital inte-
lectual, ya que surgió la condición de que “[...] la cri-
sis se convierte en la causa que explica todo lo demás
[...] [ como] recortes en las políticas sociales (salud,
educación, seguridad social) o la degradación de los
salarios” (Santos, 2020, p. 5). Aun así, las universida-
des siguen luchando por mantener vivo su papel de
formadores docentes e incluir, compartir y crear con-
diciones para la enseñanza y el aprendizaje (Ibidem,
2005) de manera cualitativa y emancipadora.
Pese a esto, podemos resaltar las siguientes
implicaciones provocadas por las condiciones sociales
a las que fuimos sometidos con la crisis sanitaria: por
un lado, ante condiciones de aislamiento social, los
estudiantes se vieron en la necesidad de apropiarse
de los recursos tecnológicos digitales en internet, a
través de Ambientes Virtuales de Aprendizaje (AVA),
plataformas, recursos y aplicaciones tecnológicas o
redes y conexiones, que para muchos de ellos eran
desconocidos o de difícil acceso, poniendo en eviden-
cia el aumento de las desigualdades sociales y digitales
en la sociedad. Por otro, universidades, directivos y
docentes se enfrentaron a la falta de formación profe-
sional adecuada y necesaria para el uso de los recursos
tecnológicos, incluyendo la falta de equipamiento en
las instituciones e incluso la imposibilidad de acceso
a redes y conexiones, destacando la falta de una for-
mación profesional adecuada y necesaria para el uso
y apropiación crítica y creativa de los recursos tecno-
lógicos digitales combinada con la falta de implemen-
tación de principios, metodologías y procedimientos
docentes específicos de la enseñanza en línea abierta e
híbrida (Bruno, 2021), tan necesario para la enseñan-
za y el aprendizaje en la cibercultura.
Reflexionar y analizar esta problemática se justifi-
ca cuando buscamos comprender la Cibercultura,
la cultura contemporánea compuesta por un uni-
versal sin totalizaciones y mediada por tecnologías
de red (Vieira Neto, 2013), que expresa la aspira-
ción de construir “[...] un vínculo social, que no se
fundaría ni en vínculos territoriales, ni en relacio-
nes institucionales, ni en relaciones de poder, sino
en la reunión en torno a un centro de intereses
comunes, en el juego, en los procesos abiertos de
colaboración” (Lévy, 1999, p.130). Sin embargo,
la cultura contemporánea presenta características
que nos han permitido mirar el tema con un poco
más de cautela cuando buscamos comprender
su efectiva relación con las tecnologías actuales.
Pues, en la Cibercultura y junto al capitalismo, los
sujetos se han convertido en esclavos de sí mis-
mos y han perdido su condición primaria de “ser
humano” a través de tres factores principales: (1)
la lógica perversa del positivismo actual, ya que
“la positividad del poder es mucho más eficiente
que la negatividad del deber” (Han, 2017, p. 25),
y el exceso de desempeño enferma al sujeto; (2) el
capitalismo de vigilancia que ha estado reclaman-